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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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216 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

mente un teoría bastante convincente que emplea el concepto<br />

de «marcadores» para mostrar cómo las estructuras sincrónicas,<br />

en virtud de sus reglas endémicas, generan constantemente<br />

los procesos diacrónicos de cambio. 41 Está claro que nada<br />

impide sustituir los términos lingüísticos por elementos <strong>cultura</strong>les<br />

en los modelos de Martynov. Más tarde volveré sobre este<br />

punto.<br />

<strong>La</strong> gran promesa del estructuralismo encierra mucho más<br />

de lo que hemos podido mostrar en la enumeración de algunas de<br />

sus principales posibilidades. No sorprende que, a pesar de las<br />

críticas abiertas coreadas por algunos de los representantes<br />

más tradicionales de la antropología y la sociología, las filas de<br />

los estudiosos que tratan de aplicar los logros de la lingüística<br />

al análisis socío<strong>cultura</strong>l aumentan año tras año. En antropología,<br />

la aplicación de las ideas estructuralistas ha facilitado consecuciones<br />

notables, tal <strong>como</strong> testifican los trabajos de Edmund<br />

Leach o Mary Douglas en Gran Bretaña.<br />

Aun así, los ataques contra la analogía lingüística recrudecen<br />

una y otra vez, y no se puede descalificar a todos ellos, tachándolos<br />

simplemente de tributos pagados al conservadurismo<br />

de la ciencia institucionalizada. Y todos, tanto los «tributarios»<br />

<strong>como</strong> los que no lo son, nos advierten contra la tentación de<br />

depositar esperanzas exageradas en la aplicación de métodos<br />

lingüísticos en fenómenos no lingüísticos, aunque humanos.<br />

Como suele ocurrir, se prefiere el lenguaje ontológico al metodológico.<br />

Los adversarios del programa de Lévi-Strauss empezaron<br />

por observar la peculiaridad cualitativa de los dominios<br />

<strong>cultura</strong>les no lingüísticos, peculiaridad que supuestamente reduciría<br />

a la nada cualquier intento de extrapolar la metodología<br />

estructuralista al análisis <strong>cultura</strong>l general.<br />

En la mayor parte de estas críticas se parecen confundir<br />

dos cuestiones. <strong>La</strong> primera se interroga sobre si los dominios<br />

no lingüísticos de la <strong>cultura</strong> humana se construyen de la misma<br />

manera que el lenguaje y si, en consecuencia, procedemos CO-<br />

T<br />

LA CULTURA COMO ESTRUCTURA 217<br />

rrectamente cuando tratamos de distinguir en ellos el mismo tipo<br />

de unidades y de relaciones que Saussure, Jakobson, Hjelmslev<br />

y otros descubrieron en el lenguaje. Y la segunda se pregunta si<br />

la <strong>cultura</strong> humana, lenguaje incluido, surge del mismo esfuerzo<br />

humano universal por descifrar el orden natural del mundo y<br />

por imponer sobre él un orden artificial, y si, al hacerlo, todos<br />

los campos de la <strong>cultura</strong> se someten a los mismos principios lógicos,<br />

que han evolucionado para encajar con las propiedades<br />

del universo; por lo tanto, acaba cuestionando si podemos<br />

justificar la aplicación al análisis socio<strong>cultura</strong>l de los principios<br />

metodológicos generales que han conseguido el más alto<br />

nivel de elaboración y de sofisticación en la lingüística estructural.<br />

No hace falta decir que una respuesta negativa a la primera<br />

proposición no presupone el rechazo de la segunda.<br />

Desafortunadamente, muchos críticos sí han dado por hecha<br />

tal conexión.<br />

Hasta ahora, han sido pocos los defensores de la relevancia<br />

científica de la primera cuestión. Uno de los más influyentes ha<br />

sido Kenneth L. Pike, cuya contribución ya ha sido brevemente<br />

comentada. 42 Pike se preocupa por un problema diametralmente<br />

opuesto al que abordan los estudiosos de la segunda<br />

cuestión: no por lo que significan los elementos, los fenómenos<br />

<strong>cultura</strong>les, por cómo organizan y ordenan los campos cognitivo<br />

y operacional de la conducta humana, etc., sino por probar<br />

que, independientemente de su función semiótica, existen unidades<br />

elementales análogas a las del lenguaje en toda conducta<br />

humana institucionalizada. En opinión de Pike, toda <strong>cultura</strong> es<br />

lenguaje en el sentido formal de la palabra.<br />

El problema con el argumento de Pike es que, aunque el<br />

lenguaje es una parte de la <strong>cultura</strong> (especializada únicamente<br />

en transmitir información), la <strong>cultura</strong> no es un lenguaje, aunque<br />

sólo sea porque los fenómenos <strong>cultura</strong>les cumplen otras<br />

funciones que la de informar a alguien sobre algo. Se sigue que<br />

sería verdaderamente muy extraño que la <strong>cultura</strong> se construye-

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