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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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146 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

te en razón de las contingencias de los valores y de las tradiciones<br />

<strong>cultura</strong>les. En su versión más extrema, este método adopta<br />

la forma de la fórmula weberiana, creencias —» conducta —> estructura<br />

y procesos sociales, una fórmula incluso mucho más<br />

fértil y resistente de lo que podría sugerir la extensa argumentación<br />

sobre el papel del protestantismo en la infancia de la<br />

modernidad. 68 Hagen apuntaría la divisoria entre las <strong>cultura</strong>s<br />

que generan personalidades autoritarias y las que crían innovadores.<br />

69 E S. C. Northrop trataría de demostrar las orientación<br />

estética de las <strong>cultura</strong>s orientales en oposición a la racionalidad<br />

de Occidente. 70 Y huestes de teóricos e investigadores de campo<br />

tratarían de enumerar innumerables barreras, <strong>cultura</strong>lmente<br />

determinadas, levantadas frente al estilo de vida moderno. 71<br />

En cada caso, la <strong>cultura</strong>, en el sentido diferencial del término,<br />

carga con la responsabilidad principal por los destinos tan dispares<br />

de pueblos con la misma dotación genética y supuestamente<br />

confrontados con un mismo despliegue de oportunidades<br />

económicas.<br />

En segundo lugar, a veces el concepto diferencial de <strong>cultura</strong><br />

llena el vacío intelectual dejado por lo sobrenatural y por la<br />

providencia; los poderes explicativos de estas herramientas intelectuales,<br />

en tiempos omnipotentes, se encogieron sensiblemente<br />

con el alba de la edad moderna, pero la función que solían<br />

llevar a cabo no desapareció. <strong>La</strong> época moderna proclamó<br />

la liberación humana de las cadenas sobrenaturales. Por eso<br />

mismo se produjo una nueva demanda de necesidades artificiales<br />

para explicar los ingredientes involuntarios, no inmediatamente<br />

manipulables, de la condición humana. De ahí el<br />

atractivo intelectual único del concepto diferencial de <strong>cultura</strong>,<br />

de acuerdo con el cual «los sistemas <strong>cultura</strong>les se pueden considerar,<br />

por un lado, productos de la acción y, por el otro, influencias<br />

que condicionan acciones futuras». <strong>La</strong> <strong>cultura</strong>, cuando<br />

se entiende <strong>como</strong> «procesos históricamente seleccionados<br />

que canalizan la reacción del hombre a estímulos tanto inter-<br />

LA CULTURA COMO CONCEPTO 147<br />

nos <strong>como</strong> externos», 72 se adecúa perfectamente a los dos requerimientos,<br />

y encaja consecuentemente con el perfil del ansiado<br />

dispositivo explicativo. Es a la vez una entidad hecha por<br />

el hombre y hacedora de hombres, sometida a la libertad humana<br />

y limitadora de la misma, relacionada con el ser humano<br />

en sus dos condiciones de sujeto y objeto. Armado con el concepto<br />

diferencial de <strong>cultura</strong>, se pueden evitar fácilmente los horrores<br />

gemelos del voluntarismo metodológico y del hiperdeterminismo,<br />

se pueden explicar inteligiblemente los confines<br />

evidentes de la libertad humana sin renunciar en lo más mínimo<br />

al principio de la libertad de elección del hombre.<br />

En tercer lugar, la selección de la <strong>cultura</strong> <strong>como</strong> el diferencial<br />

principal de la condición humana se adecúa bien con el papel<br />

director asignado por el pensamiento moderno al conocimiento<br />

y la educación (por razones ya comentadas). <strong>La</strong> creencia<br />

en el potencial prácticamente desinhibido del discurso intelectual<br />

y de los esfuerzos socializadores ha penetrado profundamente<br />

en la práctica totalidad de los diagnósticos de nuestra<br />

época, así <strong>como</strong> en nuestros intentos de lidiar con lo que consideramos<br />

«problemas» sociales, económicos o políticos. En<br />

este sentido, el concepto diferencial de <strong>cultura</strong> es análogo y complementario<br />

de la concepción también diferencial de la educación.<br />

A partir de situaciones íntimamente relacionadas, ambas<br />

concepciones se han fijado profundamente en los fundamentos<br />

mismos del tratamiento moderno de la realidad.<br />

Y, finalmente, tal <strong>como</strong> Peter Berger señala con acierto,<br />

«no se pueden dar sopas al dragón de la relatividad y luego<br />

reemprender la tarea intelectual propia <strong>como</strong> si tal cosa». Para<br />

bien o para mal, la nuestra es la época de la relatividad. «<strong>La</strong><br />

historia plantea el problema de la relatividad <strong>como</strong> un hecho, la<br />

sociología del conocimiento lo hace <strong>como</strong> una necesidad de<br />

nuestra condición.»' 1 '' Por «sociología del conocimiento» —hacia<br />

la cual dirige Berger su furia crítica— podríamos entender<br />

«mente moderna informada». Sería verdaderamente extraño

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