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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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162 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

5. Entre las cualidades de la psicología humana, en tanto<br />

que distinta a la animal, un rasgo en particular ha merecido el<br />

comentario de numerosos autores, extensamente y por separado,<br />

<strong>como</strong> uno de los más conspicuamente exclusivos de los seres<br />

humanos, lo que lo convierte en el candidato más probable<br />

para el rol de fundador de la <strong>cultura</strong> en su sentido genérico.<br />

Este rasgo es la capacidad humana para pensar simbólicamente<br />

y, más en concreto, para producir símbolos arbitrarios y asignarles<br />

significados aceptados colectivamente. «El hombre difiere<br />

del perro y de otras criaturas en que puede desempeñar y<br />

desempeña un papel activo en la determinación del valor que<br />

va a tener el estímulo vocal, algo que el perro no puede hacer»,<br />

dice Leslie A. White. 86<br />

<strong>La</strong> idea del lenguaje <strong>como</strong> rasgo distintivo de las criaturas<br />

humanas está establecida en nuestra tradición intelectual desde<br />

tiempos inmemoriales. En la historia intelectual de Occidente,<br />

se remonta al menos hasta santo Tomás de Aquino y, a<br />

través de él, hasta Aristóteles. Aun así, sólo recientemente se<br />

empezaron a registrar y a investigar las hasta entonces inexploradas<br />

lenguas de los pueblos definidos <strong>como</strong> «primitivos» —su<br />

vocabulario y su estructura gramatical—. El impacto fue inmediato<br />

y de largo alcance. Gracias a un afortunado encadenamiento<br />

de eventos, el registro y el estudio del patrimonio lingüístico<br />

«primitivo» tuvo lugar bastante más tarde que los<br />

primeros inventarios confeccionados en otros campos <strong>cultura</strong>les,<br />

<strong>como</strong> las formas de matrimonio, la familia o las herramientas;<br />

luego, cuando ya estaban en declive, si es que no eran objeto<br />

de mofa, las ideas evolucionistas que habían dominado las<br />

mentes de los primeros exploradores de familias exóticas y de<br />

hachas de piedra. Por lo tanto, los estudiosos de las lenguas, a<br />

diferencia de sus predecesores, no dejaron de percibir lo que<br />

era obvio: desde un principio se dieron cuenta de que, sea lo<br />

que sea lo que se pueda decir sobre el nivel de desarrollo relativo<br />

de cada sociedad, sus lenguas no se pueden disponer se-<br />

LA CULTURA COMO CONCEPTO 163<br />

gún un esquema evolutivo. Si se miden de acuerdo con el único<br />

criterio que se puede aplicar razonablemente, el de la seguridad<br />

y la eficiencia en la transmisión de información en el contexto<br />

nativo, no hay lenguas «más perfectas» o «lenguas más<br />

primitivas». Quizás este aspecto del destino histórico de la etnolingüística<br />

explica en parte por qué se aclamó tan rápidamente<br />

y sin apenas resistencia el lenguaje —o, de forma más<br />

general, la confección de símbolos— <strong>como</strong> el núcleo universal<br />

y esencial de la <strong>cultura</strong> humana y <strong>como</strong> su fundamento mismo.<br />

El descubrimiento inicial del papel único de la producción<br />

y descodificación de símbolos en el estilo de vida humano inspiró<br />

investigaciones progresivamente más ingeniosas sobre el<br />

uso de símbolos entre los animales. Se puso a prueba rigurosamente<br />

la hipótesis original y resistió muy poco aquella verdad<br />

supuestamente obvia. Gradualmente, se descubrió entre los<br />

animales un número apreciable de sistemas de intercambio<br />

simbólicos presuntamente humanos; y dichos descubrimientos<br />

no se realizaron necesariamente entre aquellos animales conocidos<br />

por presentar un recurso extensivo y complejo a la comunicación<br />

intraespecífica, <strong>como</strong> las abejas, los grandes simios<br />

o los delfines. <strong>La</strong> línea divisoria entre la manipulación de símbolos<br />

humana y animal, hipotéticamente radical e inequívoca,<br />

se fue haciendo más y más borrosa a medida que los científicos<br />

empezaron a experimentar en lugar de limitarse a registrar sus<br />

observaciones, a medida que trasladaron su interés desde el<br />

uso de símbolos observables en la comunicación animal intraespecífica<br />

hasta la capacidad mental y psicológica para usarlos<br />

que se detectaba en dichos animales cuando se les enfrentaba a<br />

situaciones de aprendizaje, con seres humanos representando<br />

el papel de sus parejas.<br />

<strong>La</strong> primera víctima de este apretado escrutinio fue la creencia<br />

citada anteriormente en la formulación de White, la idea de<br />

que sólo los humanos utilizan símbolos. Si definimos los símbolos<br />

<strong>como</strong> «mediadores» en la cadena comunicativa, <strong>como</strong>

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