Zygmunt Bauman La cultura como praxis
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192 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />
be ser inmortal; por lo tanto, os podéis poner a buscar y a recuperar<br />
confiadamente la memoria de lo que no sabéis, es decir,<br />
de lo que no recordáis [...] buscar y aprender no es más<br />
que recordar»; dado que el alma inmortal «ha visto todas las<br />
cosas, tanto en este mundo <strong>como</strong> en el otro, no hay nada que<br />
no haya aprendido». 13 <strong>La</strong> forma se da una vez para siempre: el<br />
estatus de eí'8r| debe ser superior a la modalidad de las cosas<br />
que «cambian de forma», que desafían las fronteras entre entidades<br />
esenciales (entidades que sólo pueden ser genuinamente<br />
reales en la medida en que permanecen idénticas a sí<br />
mismas).<br />
Esta línea de pensamiento dio nacimiento a la ciencia de la<br />
lógica, que asumió la forma de la ciencia de «lo necesario», a<br />
saber, de las relaciones inmutables, libres de cualquier restricción<br />
impuesta por los sentidos. Esta ciencia, que surgió en las<br />
enseñanzas de Aristóteles, florecería en la escolástica medieval<br />
y alcanzaría nuevas cotas en el magisterio de Descartes. Para<br />
entonces, la separación conceptual entre «certeza» y prueba<br />
existencial era completa. Se había iniciado la época de una<br />
nueva lógica, la de la investigación empírica, pero prevalecía la<br />
opinión, codificada por Descartes, de que no había ninguna<br />
evidencia empírica sobre la «existencia» real de acontecimientos<br />
que pudiese acabar por generar conocimiento «cierto». Y<br />
viceversa: sin la premisa platónica de la inmortalidad del alma<br />
amasando el verdadero conocimiento de las formas, la certeza<br />
dejaba de ser una prueba de la existencia real. Descartes distingue<br />
«esa facultad de nuestro entendimiento por la cual éste<br />
tiene una percepción intuitiva de las cosas y las conoce a partir<br />
de lo que juzga, haciendo uso de la afirmación y de la negación».<br />
Los juicios de este último tipo están condenados a permanecer<br />
inconcluyentes, ya que dan cuenta de «naturalezas complejas»,<br />
que son contingentes, que pueden aparecer o no y, consecuentemente,<br />
no se pueden determinar con seguridad. «Así pues,<br />
sólo nos queda la deducción para juntar las cosas de manera<br />
LA CULTURA COMO ESTRUCTURA 193<br />
que estemos seguros de su verdad. [...] El género humano carece<br />
de un camino abierto hacia el conocimiento cierto, aparte<br />
de la intuición evidente por sí misma y la deducción»; sólo<br />
podemos obtener certezas en aquellos casos en los cuales no<br />
nos tomamos «mucho trabajo para determinar si [las naturalezas<br />
concretas que analizamos] existen de verdad o no». 14 De<br />
esta manera, se despojó el tema entero de su barniz ontológico<br />
y se tradujo completamente al lenguaje de la epistemología.<br />
Dejó de ser una cuestión de formas inmutables para convertirse<br />
en el tema de la certeza que, en última instancia,<br />
pivota sobre la evidencia intuitiva y se puede extender, con<br />
ayuda de la lógica, a los juicios alcanzados deductivamente.<br />
Con todo, dos de los pilares de la concepción platónica de<br />
conocimiento permanecieron intactos: la distinción entre «necesario»<br />
y «contingente» y la identificación con la primera categoría<br />
del conocimiento verdadero, mejor, superior, absolutamente<br />
fiable. Al empirismo moderno no le quedó más remedio<br />
que proclamar nihil es in intellectu, quod non priusfuerit in sensu,<br />
para desafiar estos dos principios esenciales de la teoría racionalista<br />
del conocimiento. El ataque alcanzó su climax cuando<br />
se confirió un tratamiento positivista a las premisas empiristas.<br />
Se ridiculizó la intuición, se desautorizó la evidencia interna<br />
<strong>como</strong> un residuo de la metafísica y se redujo el conocimiento<br />
humano a lo que se puede derivar, mediante un tratamiento<br />
adecuado, de los datos primarios de la experiencia sensorial inmediata.<br />
Se descartó, más que se respondió, la cuestión de las<br />
verdades necesarias, eternas e indudables. <strong>La</strong> regla del fenomenalismo,<br />
uno de los pocos principios categóricos del positivismo,<br />
establecía lisa y llanamente que el conocimiento humano<br />
es y debe continuar siendo unidimensional, plenamente a<strong>como</strong>dado<br />
al plano de los datos empíricos. <strong>La</strong> regla complementaria<br />
del nominalismo asigna a los conceptos y declaraciones<br />
generales el papel auxiliar de abreviaciones, registros convenientes<br />
de hechos-acontecimiento esencialmente individuales.