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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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144 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

avanzado del Renacimiento, produjeran una conmoción apreciable<br />

entre el público ilustrado. 66 <strong>La</strong> noción de choque <strong>cultura</strong>l<br />

se convirtió aparentemente en una parte integral del pensamiento<br />

popular tras las experiencias recientes de la sociedad<br />

moderna, al mismo tiempo que desempeñaba un papel activo<br />

en la articulación de esas mismas experiencias y en el moldeado<br />

de su imagen mental.<br />

Al ver el mundo a través de las lentes de la concepción diferencial,<br />

los estudiosos de la <strong>cultura</strong> se ven forzados a localizar<br />

las raíces de cualquier cambio en algún tipo de contacto de la<br />

<strong>cultura</strong> estudiada con otra <strong>cultura</strong>. Al tratar de disponer todos<br />

los datos relacionados con la comunidad estudiada alrededor<br />

de un eje de cohesión interno, destruyen al mismo tiempo instrumentos<br />

analíticos potenciales necesarios para ubicar «dentro»<br />

las razones de los cambios. Homogénea y cohesiva es<br />

la <strong>cultura</strong> de una sociedad que «cambia lentamente»; ya que la<br />

cohesión de toda <strong>cultura</strong> se consigue recreando con éxito el<br />

mismo tipo de personalidad básica —a través del proceso de la<br />

primera educación—, la cohesión y la homogeneidad se transforman<br />

en sinónimos de un ritmo de cambio lento, letárgico (el<br />

cambio no debe ser tan vigoroso que pueda crear discontinuidades<br />

significativas entre las condiciones educativas de dos generaciones<br />

sucesivas). Por otro lado, las condiciones de incoherencia<br />

y de heterogeneidad <strong>cultura</strong>l (uno vacila en utilizar la<br />

palabra «<strong>cultura</strong>», que implica una naturaleza sistémica del<br />

conjunto) se asocian inextricablemente con la continua presencia<br />

de «contactos <strong>cultura</strong>les secundarios plenos» (mezcla de individuos<br />

criados en condiciones ya afectadas por contactos<br />

previos) o, al menos, de «contactos <strong>cultura</strong>les primarios» (encuentros<br />

entre individuos criados en <strong>cultura</strong>s homogéneas, pero<br />

dispares). 67<br />

Los abogados del concepto diferencial de <strong>cultura</strong> están frecuentemente<br />

demasiado ocupados reivindicando la identidad y<br />

la singularidad de «una <strong>cultura</strong>» que estudian <strong>como</strong> para resis-<br />

f<br />

LA CULTURA COMO CONCEPTO 145<br />

tir la tentación de calificar cualquier contacto, cualquier mezcla<br />

¿e «<strong>cultura</strong>s», <strong>como</strong> algo intrínsecamente anormal, si no indeseable<br />

y malvado. A veces esta actitud presenta una expresión<br />

ética, <strong>como</strong> en la famosa metáfora de la copa rota, propuesta por<br />

Ruth Benedict. En muchos casos, la misma actitud se encarna en<br />

términos presuntamente descriptivos, empíricos: está ampliamente<br />

aceptado, por ejemplo, que las condiciones de «contacto<br />

<strong>cultura</strong>l» conducen a una tasa relativamente alta de desórdenes<br />

mentales y de enfermedades psicosomáticas. Nadie parece<br />

preocuparse de que el acto crucial de referir los datos estadísticos<br />

al choque entre las expectativas imbuidas en los inmigrantes<br />

por sus <strong>cultura</strong>s nativas y la nueva realidad es una decisión teórica<br />

arbitraria, no un resultado empírico; la supuesta confirmación<br />

se había asumido desde el principio. Si se hubiese dispuesto<br />

de una teoría alternativa, los mismos fenómenos se podrían<br />

haber explicado, por decir algo, en función de los factores que<br />

operan en la selección de prospectivas por parte de los inmigrantes<br />

o por la excepcional dureza de los obstáculos económicos,<br />

sociales o de otro tipo que se amontonan en el camino de<br />

un inmigrante si se le compara con los habitantes ya establecidos<br />

en la misma zona de residencia.<br />

El concepto diferencial de <strong>cultura</strong> no es una concomitancia<br />

accidental del clima intelectual de la modernidad. Al revés,<br />

afirma varias de las premisas fundamentales del pensamiento<br />

moderno al conferirles ese aire espúreo del empirismo. Y también<br />

ayuda a atenuar algunas discrepancias entre dichas premisas<br />

y cierto número de obstinados hechos de la realidad<br />

observable, al tender puentes entre ambas instancias. Ambas<br />

funciones la hacen indispensable.<br />

Para empezar, el axioma de la igualdad biológica de las ra-<br />

2 as humanas y la uniformidad genética de la especie Homo sapiens<br />

se halla en continua, y a veces discordante, divergencia<br />

c on la tozuda diferenciación de los logros y las actuaciones históricas.<br />

Esta contradicción se puede explicar convenientemen-

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