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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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158 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

éticos». Kluckhohn recupera esta versión en su búsqueda de<br />

«categorías que saquen a las <strong>cultura</strong>s del [presunto] estado<br />

de mónadas completamente aisladas y hagan posibles algunas<br />

comparaciones válidas»; la búsqueda adoptaba el clásico estilo<br />

de «coleccionista de mariposas» propio de Kroeber, que mezclaba,<br />

<strong>como</strong> es habitual, declaraciones sobre la realidad y postulados<br />

metodológicos. Como vemos, hay «<strong>cultura</strong>s», en plural,<br />

en «Estados» diversos, también en plural. Sin embargo,<br />

por alguna razón, las queremos <strong>como</strong> mónadas incompletas<br />

más que <strong>como</strong> mónadas completas. Aquí es donde entran las<br />

«categorías generales»: nos permiten hacer algunas comparaciones<br />

entre ellas. Naturalmente, la pregunta de cómo se espera<br />

que las <strong>cultura</strong>s rindan una parte de su naturaleza monádica<br />

para poder ser comparadas es una pregunta condenada a continuar<br />

siendo el secreto de la epistemología de Kroeber.<br />

Sea <strong>como</strong> sea, Kluckhohn engancha a los universales éticos<br />

sus esperanzas sobre la posibilidad de establecer categorías<br />

comparativas. Dichos universales pueden ser de dos clases: «1)<br />

reglas que aprueban o prohiben tipos de actos específicos (<strong>como</strong><br />

decir la verdad o el incesto); 2) principios generales o criterios<br />

de evaluación que permiten la estabilidad y la continuidad<br />

del grupo y que maximizan las satisfacciones experimentadas<br />

por los individuos». 83 <strong>La</strong> segunda frase —que pronuncia en un<br />

respiro la «estabilidad de los grupos» y la «satisfacción de los<br />

individuos» y las hace dependientes de los mismos «principios<br />

generales»— va mucho más allá de Durkheim y llega, con su<br />

frivolidad despreocupada y sin problemas, hasta las mayores<br />

ingenuidades del utilitarismo. Pero la afirmación más sorprendente<br />

está por venir: «Los universales éticos son el producto de<br />

la naturaleza humana universal, que, a su vez, se basa en una<br />

biología y en una psicología comunes, así <strong>como</strong> en una situación<br />

generalizada». Respecto al último punto, reconocemos el<br />

error corriente de otorgar una estatus ontológico a lo que, en<br />

última instancia, no es más que un marco de referencia analíti-<br />

T<br />

LA CULTURA COMO CONCEPTO 159<br />

co aplicado umversalmente por los científicos y enraizado en el<br />

familiar sesgo del Estado-nación. El factor nuevo y singular está<br />

compuesto por los dos primeros elementos, cuya presencia<br />

en la citada afirmación explicativa provocan el efecto de anunciar<br />

el carácter no <strong>cultura</strong>l o, más bien, pre<strong>cultura</strong>l del componente<br />

universal de la <strong>cultura</strong>. Aquello que resulta «genérico» en<br />

la <strong>cultura</strong> es supuestamente un cuerpo extraño, un componente<br />

foráneo, impuesto a los fenómenos <strong>cultura</strong>les propiamente<br />

dichos mediante una serie de factores que no se ven sometidos<br />

a una verdadera regulación <strong>cultura</strong>l. Kluckhohn no ofreció ninguna<br />

pista para poder resolver el enigma, pongamos por caso,<br />

de la determinación biológica de la regla de decir la verdad. O,<br />

particularmente, cómo la omnipresencia de cualidades pre<strong>cultura</strong>les<br />

puede explicar la prohibición del incesto, esa encarnación<br />

misma del acto <strong>cultura</strong>l, ese primer acto realmente humano,<br />

ese primer agarre de un orden artificial, construido por el<br />

hombre sobre unos hechos biológicos que de otro modo dependerían<br />

del azar.<br />

Dejando de lado esta última rareza, la concepción de los<br />

«universales éticos» está muchas veces impregnada de la visión<br />

funcional-estructuralista del mundo humano. Esto es claramente<br />

observable en la declaración de David Bidney: 84<br />

Para todas las <strong>cultura</strong>s, la perpetuación de la sociedad tiene<br />

preferencia sobre la vida del individuo, y de ahí que ninguna sociedad<br />

tolere la traición, el asesinato, la violación o el incesto. Todas<br />

las sociedades reconocen derechos y deberes mutuos en el<br />

matrimonio y condenan aquellos actos que amenazan la solidaridad<br />

familiar. De manera similar, todas las sociedades reconocen<br />

la propiedad personal y proporcionan técnicas para la distribución<br />

de los excedentes económicos cuando ésta resulta necesaria.<br />

<strong>La</strong> asociación es inevitable, ya que la aproximación a la ética<br />

del funcionalismo estructural es casi la única admitida en la

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