Zygmunt Bauman La cultura como praxis
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260 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />
no <strong>como</strong> un todo y ala evaluación de las acciones del individuo<br />
limitado.<br />
Preferiríamos el concepto de comunidad allí donde Mészáros<br />
habla de «género humano», ya que el segundo implica claramente<br />
la visión del ser humano <strong>como</strong> el «espécimen de una<br />
especie» más que el miembro de un grupo soldado mediante<br />
una red de comunicación e intercambio. <strong>La</strong> idea de creatividad,<br />
de asimilación activa del universo, de imponer la estructura<br />
ordenadora de la acción humana inteligente sobre el mundo<br />
caótico, la idea construida inamoviblemente en la noción de<br />
<strong>praxis</strong>, sólo resulta comprensible si se contempla <strong>como</strong> un atributo<br />
de la comunidad, capaz de trascender el orden natural<br />
o «naturalizado» y de crear órdenes nuevos y diferentes. Más<br />
aún, la idea de libertad, asociada a su vez con la noción de creatividad,<br />
adquiere un significado absolutamente distinto cuando<br />
se la considera <strong>como</strong> una cualidad de una comunidad, en lugar<br />
de tomarla en términos del solitario individuo humano. En el<br />
primer caso, se trata de la libertad capaz de cambiar la condición<br />
humana; en el segundo, de la libertad respecto a la coerción<br />
y a las limitaciones comunitarias. <strong>La</strong> primera es una modalidad<br />
genuina y real de la existencia humana; la segunda suele emanar<br />
a menudo de una nostalgia fuera de lugar por una nueva y<br />
más adecuada ordenación humana del mundo, moldeada en el<br />
reino ilusorio del individualismo por la ofuscación del impacto<br />
de una sociedad alienada, esclerotizada, inmóvil. Por lo tanto,<br />
es la comunidad, más que el género humano, frecuentemente<br />
identificado con la especie humana, quien actúa de canal y soporte<br />
de la <strong>praxis</strong>.<br />
No obstante, en contra de la absolutización de la comunidad<br />
que hacía Durkheim, la <strong>praxis</strong> comunal difícilmente sería<br />
posible si no hubiera seres humanos, en tanto que miembros<br />
de la especie humana, capaces de producir creativamente comunidades<br />
potentes. Marx era profundamente consciente de<br />
T<br />
LA CULTURA COMO PRAXIS 261<br />
esta verdad, por desorientadoras que puedan ser las conclusiones<br />
extraídas de su énfasis coherente en la comunidad en tanto<br />
que espacio último, crucial, para comprender la condición humana.<br />
Ésta es la razón por la que Marx incluyó la sociabilidad<br />
<strong>como</strong> uno de los atributos más esenciales e inalienables de la<br />
naturaleza humana. Más que proponer la sociabilidad <strong>como</strong><br />
alternativa a la universalidad, tal <strong>como</strong> ha hecho recientemente<br />
Richard Schacht, 18 Marx seleccionó cierto número de rasgos<br />
universales, fijados en la realidad de la especie, <strong>como</strong> la precondición<br />
de la <strong>praxis</strong> social, destacando entre ellos la sociabilidad.<br />
Opuesto nuevamente a Durkheim, para el cual todo lo<br />
humano es posible siempre que tenga una procedencia social,<br />
Marx veía la sociedad <strong>como</strong> un factor mediador entre las cualidades<br />
humanas universales y la condición empírica del humano<br />
individual. Se puede demostrar que todo el resto de diferencias<br />
significativas dentro de la sociología contemporánea<br />
entre la minoría marxiana y la mayoría inspirada en Durkheim<br />
están inexorablemente predeterminado por este influyente desacuerdo.<br />
Parece ser que cada análisis del concepto debe tener en<br />
cuenta esta precondición universal de toda <strong>praxis</strong> empíricamente<br />
específica. <strong>La</strong>s cualidades que hacen posible la vida social<br />
deben ser, tanto lógica <strong>como</strong> históricamente, presociales,<br />
tal <strong>como</strong> la capacidad lingüística es previa a la competencia<br />
lingüística. Dado que todas las <strong>praxis</strong> <strong>cultura</strong>les consisten en<br />
imponer un nuevo orden artificial sobre el natural, se tienen<br />
que buscar las facultades fundamentales de génesis <strong>cultura</strong>l<br />
en el dominio de las influyentes reglas ordenadoras que conforman<br />
la mente humana. Y, en vista de que la ordenación <strong>cultura</strong>l<br />
se lleva a cabo a través de la actividad de significar —dividiendo<br />
los fenómenos en clases mediante su marcado—, la<br />
semiótica, la teoría general de los signos, permite centrar el estudio<br />
de la metodología general de la <strong>praxis</strong> <strong>cultura</strong>l. El acto de<br />
significar es el acto de producción de significado. El significa-