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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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318 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

cacia <strong>como</strong> el hecho de que sus grilletes «artificiales» salvaguarden<br />

precisamente la libertad del convicto. Sir Peter Medawar<br />

ha captado el meollo de la argumentación de «lo artificial»<br />

en su anuncio de que «la distinción fundamental entre las fuentes<br />

de acción de ratones y hombres» es que «los ratones no tienen<br />

tradiciones», lo que lleva a la conclusión de que sólo la<br />

evolución humana «no esta mediada por la herencia», sino por<br />

«la transferencia de información de una generación a la siguiente<br />

a través de canales no genéticos» 92 (léase la <strong>cultura</strong> en<br />

su representación habitual <strong>como</strong> oposición a la naturaleza). <strong>La</strong><br />

segunda reflexión no es muy diferente: la libertad humana para<br />

elegir sólo si se reconoce debidamente en retrospectiva, cuando<br />

ya se ha tomado la decisión y ya se ha incorporado subsiguientemente<br />

a la <strong>cultura</strong>, es decir, cuando sus consecuencias<br />

han empezado a imprimirse en la conducta humana con una<br />

potencia que evoca la de la naturaleza. Para ser «<strong>cultura</strong>l» en<br />

tanto que distinto de idiosincrásico, aberrante, irregular o inadecuado<br />

para el tratamiento científico, un elemento debe encontrase<br />

ubicado en algún tipo de disposición ordenada, debe<br />

existir <strong>como</strong> un elemento de la realidad, <strong>como</strong> una realización<br />

concluyeme. Sólo tal tipo de realidad puede ser objeto del examen<br />

científico, y el tratamiento científico del fenómeno de la<br />

<strong>cultura</strong> ha sido, y es, la ambición inamovible de los sociólogos.<br />

En una de las profesiones de fe más recientes de los culturólogos,<br />

David Kaplan y Robert Manners admiten con reticencias<br />

que «debemos modificar nuestro deseo de perfección teórica y<br />

buscar una certeza que no tenga por qué ser del 100%». 93<br />

Muestran con alegría su acuerdo con la pretensión de Anatol<br />

Rapoport de que el objetivo del científico social «debe ser más<br />

bajo que el del físico», 94 pero no aceptarían que la física y la<br />

sociología no pertenezcan a un mismo continuum ni que aquello<br />

que las separa sea más que cuantitativo. Y pondrían violentas<br />

objeciones a cualquier intento de cuestionar su seguridad<br />

de que la física proporciona el modelo ideal insuperable<br />

LA CULTURA COMO PRAXIS 319<br />

que toda empresa académica debe emular, si no en sus métodos<br />

y en su estrategia de investigación, sí al menos en el tipo de<br />

precisión y en el poder de predicción que ha conseguido y en<br />

la consiguiente capacidad de control con la que ha equipado a<br />

los hombres.<br />

Seamos claros acerca del blanco de nuestro ataque. Últimamente<br />

muchas tonterías han estado rondando el estatus filosófico<br />

de la ciencia moderna, gracias sobre todo a la militancia<br />

entusiasta de los conversos a la específica versión schutziana<br />

de la «fenomenología». Raramente estos militantes alcanzan la<br />

profundidad de los trabajos que juzgan con una ingenuidad<br />

que pasa por seguridad. Sus opiniones sumarias sobre el «positivismo»,<br />

y uno sospecha que su conocimiento sobre él, se fundan<br />

más y más en citas de Schutz y de otros creyentes <strong>como</strong><br />

ellos mismos en un mecanismo de refuerzo recíproco. 95 No<br />

puedo resistir la tentación de ofrecer un paralelismo histórico.<br />

Aunque es cierto que los precedentes de tal conducta no son<br />

particularmente numerosos en la historia de la ciencia, sí lo<br />

son, y de forma conspicua, en la historia de las iglesias, sacras o<br />

profanas. Los cristianos devotos sólo podrían conocer la visión<br />

de los críticos tempranos del cristianismo, gentes <strong>como</strong> Celso,<br />

a través de los fragmentos citados en los escritos de los patriarcas<br />

de la Iglesia. Tal <strong>como</strong> lo expresó uno de esos patriarcas,<br />

Tertuliano: «Después de Jesucristo no necesitamos la curiosidad,<br />

así <strong>como</strong> después del Evangelio no necesitamos la indagación».<br />

Ni Kaplan ni Manners ni los otros autores que he citado<br />

representan ningún campo particular, estrecho y circunscrito<br />

de la ciencia moderna, un campo que pudiera aislarse del resto<br />

mediante un etiquetado restrictivo <strong>como</strong> el de «positivista». <strong>La</strong><br />

conducta y los postulados exhibidos por estos estudiosos pueden<br />

no ser perfectamente legítimos y típicos de la ciencia moderna<br />

en conjunto, pero sin duda constituyen, o contribuyen a<br />

constituir, la única conducta y el único programa metodológico<br />

admisibles dentro del marco de la ciencia tal <strong>como</strong> ha ido

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