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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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258 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

bien han experimentado o pueden experimentar, exista o no en<br />

el universo natural.<br />

Por si acaso quedaba alguna duda en la mente de su lectores,<br />

Znaniecki resume su argumentación con la proposición<br />

inequívoca de «la irreductibilidad de los datos <strong>cultura</strong>les ni a la<br />

realidad natural ni a los fenómenos psicológicos subjetivos». 15<br />

Y tal vez Znaniecki haya sido el sociólogo más acusado de ser<br />

proclive al subjetivismo. Los datos <strong>cultura</strong>les gozan de una existencia<br />

por derecho propio, aunque de una clase diferente de la<br />

realidad típica del «universo natural». <strong>La</strong> <strong>cultura</strong> no sólo es intersubjetiva,<br />

es, de hecho, objetiva en su propio sentido específico.<br />

Podemos concluir nuestro breve repaso de las ideas básicas<br />

que subyacen en los diversos usos del término «<strong>cultura</strong>» u otros<br />

emparentados. Aunque la <strong>cultura</strong> parece pertenecer a una gran<br />

familia de conceptos que descienden de la parte «interior» de<br />

la experiencia universal de la dualidad del mundo, es diferente<br />

de su parentela en sus intentos de trascender la oposición entre<br />

lo subjetivo y lo objetivo (comparte esta distinción con el concepto<br />

de Geist). Su persistencia en el pensamiento humano sobre<br />

el mundo se debe a que sus raíces se hunden profundamente<br />

en la experiencia humana primigenia de la subjetividad,<br />

pero difiere de otros retoños de la misma raíz en que se agarra<br />

al tronco que surge de una raíz opuesta, la de la experiencia de<br />

la objetividad, inquebrantable, inexpugnable y severa. Al margen<br />

de cómo se la defina y describa, la esfera de la <strong>cultura</strong> siempre<br />

se a<strong>como</strong>da entre los dos polos de la experiencia básica. Es,<br />

a la vez, el fundamento objetivo de la experiencia subjetivamente<br />

significativa y la «apropiación» subjetiva de un mundo<br />

que, de otra manera, resultaría ajeno e inhumano. <strong>La</strong> <strong>cultura</strong>,<br />

tal <strong>como</strong> la vemos umversalmente, opera en el terreno de reunión<br />

del individuo humano y el mundo que percibe <strong>como</strong> real-<br />

Resiste tozudamente todos los intentos de asociarla unilateral-<br />

LA CULTURA COMO PRAXIS 259<br />

mente con uno u otro de los polos del marco experiencial. El<br />

concepto de <strong>cultura</strong> es subjetividad objetivada, es un esfuerzo<br />

por entender cómo una acción individual puede tener una validez<br />

supraindividual, y cómo la dura e implacable realidad<br />

existe a través de una multitud de interacciones individuales.<br />

El concepto de <strong>cultura</strong> parece un vaciado del modelo postulado<br />

por C. Wright Mills para la investigación sociológica centrada<br />

en el vínculo entre la biografía individual y la historia social.<br />

En otras palabras, el concepto de <strong>cultura</strong>, sean cuales sean<br />

sus elaboraciones específicas, pertenece a la familia de términos<br />

que representan la <strong>praxis</strong> humana.<br />

Por consiguiente, el concepto de <strong>cultura</strong> trasciende el dato<br />

inmediato y naíf de la experiencia privada, el inclusivismo total<br />

y la naturaleza autosuficiente de la subjetividad. 16 El nivel de<br />

elaboración al que la <strong>cultura</strong> eleva la percepción de la propia<br />

condición humana se distancia del nivel más bajo, «a ras de<br />

tierra», de la ingenuidad del sentido común en virtud de la<br />

diferenciación cualitativa entre el individuo y la comunidad<br />

humana. I. Mészáros lo expresó recientemente de la siguiente<br />

forma: 17<br />

[...] la diferencia más importante es que mientras el individuo<br />

se inserta en su esfera ontológica y parte de las formas dadas de<br />

intercambio humano —formas que funcionan <strong>como</strong> premisas<br />

axiomáticas de su actividad finalista—, el género humano en<br />

conjunto —«el ser de la naturaleza autotrascendente» y «automediador»—<br />

es el «autor» de su propia esfera sociológica. Naturalmente,<br />

las escalas temporales son algo básicamente diferente.<br />

Mientras que las acciones individuales se ven estrictamente<br />

circunscritas por la duración limitada de la vida, además de por<br />

toda una multitud de factores limitadores del ciclo vital, el género<br />

humano trasciende esas limitaciones temporales. Consecuentemente,<br />

resultan muy diversas las medidas y niveles adecuados<br />

para la evaluación de la «potencialidad humana», una<br />

palabra sólo aplicable, estrictamente hablando, al género huma-

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