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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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174 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

ducta parece ser un error lógico, ya que, tal <strong>como</strong> lo expresó<br />

Anatol Rapoport, la «mente» sólo es un nombre inventado para<br />

distinguir una clase de cosas que «se comportan» o «llevan a<br />

cabo acciones» en tanto que distintas de aquellas otras cosas<br />

que sólo «participan en los acontecimientos». Rapoport señala<br />

«la plasticidad de la respuesta, la habilidad para modificar la<br />

respuesta ante un estímulo dado», <strong>como</strong> un síntoma reconocible<br />

de «inteligencia»; 95 en otras palabras, la única cosa que razonablemente<br />

podemos decir acerca del concepto de «inteligencia»<br />

es que lo podemos aplicar siempre que se presente el<br />

síntoma mencionado. De forma similar, de acuerdo con el estudio<br />

clásico de A. M. Turing, a menos que definamos los procesos<br />

mentales de una manera que nos obligue a estar de acuerdo<br />

con la afirmación que pretende que la única forma de estar<br />

seguro de si una máquina piensa es ser la máquina y sentirse<br />

pensando, la única forma alternativa de resolver la cuestión de<br />

la «máquina pensante» es probar el rendimiento de una máquina<br />

en una situación que exige una conducta inteligente o,<br />

más exactamente, que se suele describir así. 96<br />

Así pues, la noción genérica de <strong>cultura</strong> se acuña para superar<br />

la persistente oposición filosófica entre lo espiritual y lo<br />

real, entre el pensamiento y la materia, entre la mente y el cuerpo.<br />

El único componente necesario e irreemplazable del concepto<br />

es el proceso de estructuración, junto con sus resultados<br />

objetivados, las estructuras construidas por el hombre.<br />

<strong>La</strong> continua e inacabable actividad estructuradora constituye<br />

el núcleo de la <strong>praxis</strong> humana, el modo humano de estar-enel-mundo.<br />

Para llevar esta existencia activa, el hombre cuenta<br />

con dos instrumentos fundamentales: manus et lingua, <strong>como</strong> lo<br />

expresaba santo Tomas de Aquino, herramientas y lenguaje, en<br />

la tradición marxiana. Con estos dos utensilios, y a través de la<br />

estructuración, el hombre se maneja a sí mismo y maneja el<br />

mundo en el que vive. Este «manejo» consiste en extraer energía<br />

y en obtener información. Se tiende a percibir diferencial-<br />

r<br />

LA CULTURA COMO CONCEPTO 175<br />

mente los dos componentes del modo humano de existencia.<br />

<strong>La</strong> energía es lo que el hombre necesita; para satisfacer esta necesidad,<br />

depende de fuerzas que no puede gobernar completamente.<br />

El hombre percibe este estado de dependencia <strong>como</strong><br />

ser-un-objeto, <strong>como</strong> estar expuesto a manipulaciones que no<br />

puede impedir precisamente porque no puede sobrevivir a menos<br />

que cumpla las condiciones que le dicta su dependencia.<br />

Por el contrario, experimenta la información <strong>como</strong> algo que<br />

desea; para generarla, somete a su voluntad fuerzas hasta entonces<br />

elementales y desenfrenadas. El hombre percibe este estado<br />

de creación <strong>como</strong> ser-el-sujeto, <strong>como</strong> estar en un mundo<br />

expuesto a la manipulación humana. De ahí, la persistencia<br />

continua de esa dicotomía de múltiples nombres en la forma<br />

humana de pensar el mundo —materia y espíritu, cuerpo y<br />

mente— y, de ahí, la invariable tendencia a asociar su primer<br />

componente con la esclavitud y el segundo con la libertad.<br />

<strong>La</strong> <strong>cultura</strong> es un esfuerzo perpetuo para superar, para sacarse<br />

de encima esta dicotomía. <strong>La</strong> creatividad y la dependencia<br />

son dos aspectos indispensables de la existencia humana, que<br />

no sólo se condicionan, sino que también se refuerzan mutuamente.<br />

No se pueden trascender de manera concluyente; únicamente<br />

superan su propia antinomia recreándola y reconstruyendo<br />

el escenario donde se habían generado. Por consiguiente, la<br />

<strong>cultura</strong> está condenada a una continuación eterna de su agonía;<br />

de igual modo, el hombre, ya que está dotado con la capacidad<br />

de la <strong>cultura</strong>, está condenado a explorar, a estar insatisfecho<br />

con su mundo, a destruir y a crear.

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