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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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194 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

No queda sitio para las verdades «evidentes», «que se imponen<br />

por sí mismas», y mucho menos para las «esencias» perennes<br />

e inmutables, arraigadas en algún lugar de la infraestructura de<br />

la cadena de acontecimientos contingente, empíricamente accesible.<br />

<strong>La</strong>s dos reglas mencionadas no excluyen la a<strong>como</strong>dación<br />

de la estructura en el cuerpo del conocimiento positivista. Aun<br />

así, está claro que la noción debe sufrir un cambio bastante<br />

sustancial; de hecho, una proporción importante de los atributos<br />

que hemos adscrito al concepto no es admisible bajo las<br />

normas de la austeridad experimental. Sobre todo, a la estructura<br />

se le niega cualquier estatus soberano, superior o, incluso,<br />

prioritario con respecto a los datos de la experiencia. <strong>La</strong> discusión<br />

misma sobre el estatus de la estructura, en tanto que distinta<br />

del estatus de los hechos registrados, es una reminiscencia<br />

ominosa de la metafísica. En el marco del conocimiento positivista,<br />

se otorga a la estructura el significado de una mera ordenación<br />

de los datos primarios, del tipo bien conocido en las<br />

tablas estadísticas que describen la distribución de hechos observados<br />

según un aspecto seleccionado o, más bien, informan<br />

de cómo los eventos observados se dividen en clases ideadas<br />

por el investigador en aras de la parsimonia y de la conveniencia<br />

explicativa. <strong>La</strong> estructura es el resultado de la medida, así<br />

<strong>como</strong> una manera de registrar los hallazgos cuantificados, todo<br />

lo cual constituye, evidentemente, una definición de estructura<br />

claramente diferente de la que utiliza Lévi-Strauss, pongamos<br />

por caso, quien pone precisamente el énfasis en la falta de una<br />

conexión necesaria entre la medida y la estructura. 15<br />

El fatuo desdén con el que el positivismo trató continuamente<br />

todo aquello que no era un dato estrictamente observable<br />

inspiró un resentimiento reiterativo entre los científicos<br />

preocupados por la precariedad y la debilidad manifiestas del<br />

terreno sobre el que se haría reposar al conocimiento humano<br />

si se aceptasen sin reservas las premisas positivistas. <strong>La</strong>s cons-<br />

T<br />

LA CULTURA COMO ESTRUCTURA 195<br />

picúas lagunas y ambigüedades del razonamiento inductivo y la<br />

contingencia obvia de lo que pasaba por ser un «hecho» desde<br />

la perspectiva positivista acabaron por empujar la actividad intelectual<br />

lejos del persistente ideal científico de certeza.<br />

En el siglo XX, el más celebrado de los asaltos contra la fortaleza<br />

del positivismo fue el de la fenomenología. Se trasladaba<br />

nuevamente el objeto de verdadero conocimiento desde el reino<br />

de «lo trascendental» al de «lo inmanente». El famoso eslogan<br />

de Husserl, Zu den Sachen selbts!, redefinía las «cosas» <strong>como</strong><br />

la esencia purificada del objeto directo de Bewusstsein<br />

(«conocimiento consciente»), a la vez que definía ésta <strong>como</strong> el<br />

tipo de existencia que asume un objeto de conocimiento cuando<br />

es conocido, es decir, cuando se revela a la conciencia. Así,<br />

parece haberse superado finalmente la tradicional dicotomía<br />

entre el cogito y el cogitatum: ambas partes del acto cognitivo se<br />

funden en una, accesible directamente al escrutinio analítico.<br />

Mediante este recurso, Husserl espera sentar las bases firmes<br />

sobre las que se puede apoyar el conocimiento humano, los<br />

fundamentos necesarios para alcanzar el conocimiento necesario,<br />

esencial: «<strong>La</strong> existencia contingente no puede cambiar lo<br />

que la razón ha reconocido <strong>como</strong> la esencia misma del objeto»,<br />

el conocimiento comprende las esencias objetivas de las cosas<br />

«independientemente de cualquier significado arbitrario que el<br />

sujeto quiera atribuirles». 16 Se asigna de nuevo un estatus de hipótesis<br />

por verificar al hecho de la «existencia», pero ello resulta<br />

irrelevante para la búsqueda de esencias, ya que la existencia<br />

no pertenece a sus atributos necesarios. «Para mí, el<br />

mundo no es otra cosa que aquello de lo que soy consciente y<br />

lo que aparece <strong>como</strong> válido en semejantes cogitationes. Todo el<br />

significado y toda la realidad del mundo descansan únicamente<br />

sobre tales cogitationes.» 11 Esta premisa hace posible la afirmación<br />

categórica según la cual «el análisis de la esencia es el<br />

análisis general eo ipso, en sí mismo: la cognición de la esencia<br />

en términos de esencia, en términos de naturaleza esencial, en

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