Zygmunt Bauman La cultura como praxis
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266 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />
que ningún marinero se atreve a aventurarse, no comparten con<br />
la ciudad de Babilonia, o con el nomo egipcio, el privilegio de un<br />
prototipo diferencial. Corresponden a un modelo mítico, pero de<br />
otra naturaleza: todas estas regiones salvajes, sin cultivar o similares<br />
se asimilan al caos, con lo cual aun pueden participar en la<br />
modalidad de precreación, indiferenciada y amorfa.<br />
Lo que es cierto en la dimensión espacial también se aplica<br />
a los lapsos de tiempo que separan las «islas de orden»:<br />
<strong>La</strong> entronización de un rey de «carnaval», la «humillación»<br />
del soberano real, la inversión de todo el orden social. [...] Cada<br />
rasgo sugiere una confusión universal, la abolición de la jerarquía<br />
y el orden, la «orgía» y el caos. Podríamos decir que somos testigos<br />
de un «diluvio» que aniquila toda la humanidad para preparar<br />
el camino de una especie humana nueva y regenerada. 23<br />
<strong>La</strong> primera distinción, y la más importante, producida por<br />
la actividad humana en el mundo es la que se establece entre el<br />
reino modelado por la <strong>praxis</strong> humana y todo el resto. <strong>La</strong> creación<br />
empieza por la <strong>praxis</strong>. <strong>La</strong>s regiones inaccesibles a ésta o<br />
las «tierras de nadie», introducidas a la fuerza entre franjas espaciales<br />
reguladas por la <strong>praxis</strong> con la finalidad de subrayar las<br />
fronteras del orden, se dejan atrás <strong>como</strong> dominios del amorfismo,<br />
de la vaguedad y del caos.<br />
Al analizar el lenguaje alimentario, Roland Barthes enumera<br />
un número de reglas funcionalmente distintas que parecen<br />
poseer una aplicabilidad mucho más amplia, constituyendo<br />
quizás los componentes generativos necesarios de cualquier sistema<br />
<strong>cultura</strong>l. En primer lugar, Barthes menciona las «reglas de<br />
exclusión»: la creación de un orden <strong>cultura</strong>l empieza con la<br />
aplicación de una regla que especifique el dominio en el que<br />
actúan las normas de un universo discursivo dado, delineando<br />
simultáneamente el caos, sin regular (en el caso del lenguaje alimentario,<br />
son los tabúes nutricionales los que representan este<br />
T<br />
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LA CULTURA COMO PRAXIS<br />
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papel). <strong>La</strong>s clases restantes se refieren al espacio ya escrupulosamente<br />
circunscrito: las reglas de asociación y las reglas de ritual.<br />
<strong>La</strong>s oposiciones ordenadas sólo son significativas dentro<br />
de los límites trazados por la regla de exclusión. Luego, lo que<br />
todavía es más importante, las reglas de asociación sólo mantienen<br />
su poder regulador si se emplean dentro del área circunscrita,<br />
y las reglas de ritual son inútiles en la organización<br />
eficiente del dominio a menos que se impida efectivamente la<br />
transgresión de sus fronteras. Independientemente de dónde<br />
empecemos, siempre llegamos a la misma conclusión: el papel<br />
de las reglas de exclusión es clave, de hecho fundamental, condicionando<br />
a priori todas las otras normas.<br />
En un ensayo que merece más atención de la que se le ha<br />
prestado, 24 Edmund Leach desarrolló y refino la idea fundamental<br />
de la existencia de un lazo íntimo entre la necesidad de<br />
sistemas de conceptos funcionales y claros, por un lado, y la necesidad<br />
de llenar o de reprimir los «preceptos de frontera», por<br />
el otro. En razón del carácter del volumen para el cual se encargó<br />
la redacción del ensayo, el comentario de Leach se limita<br />
a los conceptos «verbales», pero, en realidad, nada en su razonamiento<br />
impide la extensión de sus hallazgos básicos a los<br />
fenómenos <strong>cultura</strong>les en todos sus aspectos, algo que es particularmente<br />
obvio por lo que se refiere a la función comunicativa<br />
o semiótica de la <strong>cultura</strong>. <strong>La</strong> misma información, la misma<br />
realización de un fragmento discreto de la estructura social, se<br />
puede crear o pasar por alto con la misma efectividad, mediante<br />
el uso de una frase o una pauta conductual significativas, y<br />
difícilmente podemos esperar un conjunto cualitativamente<br />
distinto de reglas generativas para cada uno de los dos códigos<br />
intercambiables. El nivel de claridad surge de la necesidad superior<br />
de orden, más que de la estructura específica de un código<br />
semiótico aislado. En consecuencia, podemos despojar la<br />
argumentación de Leach de su parafernalia lingüística circunstancial<br />
y aplicarla a los fenómenos <strong>cultura</strong>les tal cual.