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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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328 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

atributo genérico del hombre que existe en el mundo. El único<br />

impacto renovador de la pretendida reforma del pensamiento,<br />

aunque transitorio y efímero, podría haber sido un nuevo despertar<br />

de nuestra ya prolongada conciencia de la naturaleza<br />

alienada del mundo social en el que vivimos. No obstante, se<br />

nos invita a retirarnos a una posición premarxiana, que sería de<br />

esperar que hubiese desaparecido desde hace mucho; desde esa<br />

posición, la alienación y su fuerza aplastante se contemplan<br />

esencialmente <strong>como</strong> operaciones mentales, en el estilo de los<br />

philosophes. Marx contestó a enfoques similares postulados por<br />

Bruno Bauer y otros autores de su cuerda intelectual: «<strong>La</strong>s ideas<br />

nunca llevan más allá de la situación establecida, sólo conducen<br />

más allá de las ideas de una situación establecida. <strong>La</strong>s ideas no<br />

pueden conseguir absolutamente nada. Para convertirse en reales,<br />

las ideas necesitan a los hombres, que aplican una fuerza<br />

práctica». 102 O también:<br />

<strong>La</strong> crítica mental no puede disolver todas las formas y los<br />

productos de la conciencia descomponiéndolas en la «conciencia<br />

de sí» ni transformándolas en «apariciones», «espectros», «fantasías»,<br />

etc., sino que esto sólo lo puede hacer el derrocamiento de<br />

las relaciones sociales reales que dieron lugar a esas patrañas idealistas;<br />

[...] no es la crítica, sino la revolución, la fuerza motriz de<br />

la historia, así <strong>como</strong> de la religión, de la filosofía y de todos los<br />

demás tipos de teoría.<br />

En el curso de la misma argumentación, Marx definió esta<br />

revolución <strong>como</strong> «la coincidencia de las circunstancias cambiantes<br />

y de la actividad humana o cambio propio». 103<br />

<strong>La</strong> esperanza de restaurar la perdida dignidad (si es que alguna<br />

vez la tuvo) de la ahora mutilada e intimidada subjetividad,<br />

a través de los medios que ofrece la escuela, es fatua y fútil<br />

(es incluso dudoso que alguno de sus militantes albergue de<br />

veris tal expectativa). Desde luego, no eran la filosofía de Com-<br />

LA CULTURA COMO PRAXIS 329<br />

te ni los principios metodológicos de Durkheim los que subordinaban<br />

el mundo subjetivo del individuo al despotismo de la<br />

sociedad «objetiva». Y no es probable, pues, que la estigmatización<br />

y la ridiculización públicas de Comte y Durkheim hagan<br />

desvanecer dicha tiranía.<br />

Al menos en un aspecto, la posición antipositivista parece<br />

apoyar el mundo alienado más consecuente y abnegadamente<br />

que su enemigo filosófico. Comparte con el positivismo la infatigable<br />

exigencia de neutralidad e indiferencia a los valores en<br />

la mente cognoscente, pero extiende el campo de aplicación de<br />

esta regla hasta fronteras que el positivista ordinario —o, más<br />

bien, el practicante ordinario de la ciencia positiva— nunca habría<br />

soñado. <strong>La</strong> indiferencia de la ciencia positiva se limita a<br />

permanecer neutral ante valores, ideales y cualquier otra cosa<br />

que el acto de canonización de la realidad trascencental haya<br />

relegado al yermo extracientífico del Debería. Pero la ciencia<br />

positiva rechazaría indignada el consejo de observar con la<br />

misma ecuanimidad el problema del verdadero conocimiento<br />

de la «realidad». Por el contrario, todo el proyecto de la ciencia<br />

positiva, o de la ciencia <strong>como</strong> tal, reposa en la creencia inamovible<br />

de la posibilidad fundamental de seleccionar, de entre<br />

la multitud de explicaciones contradictorias de la realidad,<br />

una que resulte más verdadera, adecuada y fiable que las otras.<br />

Los exploradores de la «persona epistemológica» no se conformarían<br />

con eso. Degradan a la categoría de contingente o<br />

de subproducto variable del trabajo «tipificador» de los<br />

miembros de la sociedad aquello que los científicos sociales<br />

positivistas han reverenciado <strong>como</strong> la «realidad social». Pero<br />

el factor más importante de esta recategorización es que no<br />

conceden el atributo de «realidad» a ese subproducto, objetivo,<br />

palpable y perceptible (si lo hubieran hecho, la escuela no<br />

habría sido más que una de las muchas teorías vigentes sobre<br />

el proceso social, apenas algo extraordinaria por su carácter<br />

rebelde). <strong>La</strong> realidad es propiedad única de las visiones que

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