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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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220 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

dical de esta opinión se limita a decir que cada acontecimiento<br />

del habla no tiene otra función que la de transmitir un mensaje,<br />

luego, se trata de una actividad altamente especializada y todo<br />

aquello en que consiste se puede interpretar a la luz de la<br />

comunicación pretendida o de la intención de provocar una<br />

respuesta específica.<br />

No todos los lingüistas y psicolingüistas están dispuestos a<br />

firmar semejante declaración. Para poner un ejemplo de objeciones<br />

más bien enérgicas contra la imagen radicalmente<br />

«comunicativa» del leguaje, podemos citar a A. T. Dittman y L.<br />

C. Wynne y su lista de atributos omnipresentes de los acontecimientos<br />

del habla que, de todas formas, no se pueden considerar<br />

<strong>como</strong> partes del sistema del lenguaje sensu strtcto. 46 Los<br />

autores distinguen entre otros: caracterizadores vocales (quedarse<br />

sin voz, fondos de risas, etc.), segregados (sonidos que no<br />

son palabras), calificadores (crescendo o piano), cualidad de la<br />

voz (tempo, ritmo, precisión de la articulación, etc.), estado de<br />

la voz (fatiga, etc.). Podríamos añadir que ninguno de estos fenómenos<br />

se puede tratar <strong>como</strong> parte del lenguaje propiamente<br />

dicho en razón de su carácter defectivo: en lugar de ser signos<br />

arbitrarios, que reservan su significado a sus relaciones con<br />

otros signos, se hallan mucho más cerca de lo que quería decir<br />

Charles Peirce cuando hablaba de «indicios»: el receptor puede<br />

leerlos si posee ciertos conocimientos psicológicos y fisiológicos,<br />

así <strong>como</strong> información sobre el estado del emisor; pero el<br />

conocimiento del lenguaje apenas le ayudaría en su descodificación.<br />

Diríamos, junto con Karl Buhler, 47 que aunque esos fenómenos<br />

no propiamente lingüísticos posean la cualidad de la<br />

Ausdruck (lafonctton ¿motive, según Giulio C. Lepschy), 48 no<br />

están dotados de las intenciones denotativa y connotativa que<br />

caracterizan a los signos lingüísticos. El distinguido lingüista<br />

soviético S. K. Shaumian ha apuntado otra divergencia de los<br />

lenguajes naturales con el modelo comunicativo: «No esperaríamos<br />

llegar a las causas del cambio lingüístico a través única-<br />

LA CULTURA COMO ESTRUCTURA 221<br />

mente de la exploración inmanente, El lenguaje estructural se<br />

ve afectado por factores sociales y psicofísicos que, desde su<br />

punto de vista [el del lenguaje], son externos; no se puede tener<br />

en cuenta su influencia, ya que, por lo que concierne a la<br />

estructura lingüística, resulta accidental». 49<br />

Si ni siquiera se puede contemplar el proceso lingüístico<br />

<strong>como</strong> «comunicación pura», mucho menos se podrá hacer con<br />

los campos no lingüísticos de la <strong>cultura</strong>. Con pocas excepciones<br />

(<strong>como</strong> los gestos o la etiqueta, que no han sido tipificados<br />

espontáneamente <strong>como</strong> «lenguajes» por casualidad), la <strong>cultura</strong><br />

no lingüística opera con un material que, por sí mismo, se relaciona<br />

con las necesidades no informativas, en cierto modo «energéticas».<br />

Aunque podemos considerar correctamente que los<br />

acontecimientos <strong>cultura</strong>les no lingüísticos transmiten información,<br />

la proporción entre información y energía es mucho menos<br />

favorable a la información en su caso que en el de los actos<br />

puramente lingüísticos. Es decir, el rol de los elementos no informativos<br />

es mucho mayor que en los actos del habla y, por definición,<br />

mucho más influyente en el modelado de los propios<br />

acontecimientos <strong>cultura</strong>les no lingüísticos. Primero, las «necesidades<br />

energéticas» ponen los límites de la libertad al ajustar los<br />

usos de un material dado con unos propósitos semióticos. Segundo,<br />

en caso de choque o fricción entre las funciones energética<br />

e informativa, no siempre es la segunda la que se lleva el gato<br />

al agua.<br />

Aunque en su obra se pueden encontrar afirmaciones en<br />

sentido contrario, al menos en uno de sus escritos más recientes<br />

Edmund Leach parece querer decir que la extrapolación directa<br />

de la lingüística estructural al análisis de la <strong>cultura</strong> humana<br />

en su totalidad encuentra su garantía en el hecho de que<br />

«las convenciones pautadas de la <strong>cultura</strong> que hacen posible<br />

que los seres humanos vivan juntos en sociedad tienen la cualidad<br />

específicamente humana de estar estructuradas "<strong>como</strong>" el<br />

lenguaje humano, con lo cual, las estructuras del lenguaje hu-

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