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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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112 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

que pueda tener el campesinado de sí mismo. <strong>La</strong> cantidad absoluta<br />

de poder económico y político de un miembro individual de las<br />

clases de la élite no está fijada. Puede ser capaz de ganar poder a<br />

expensas de otros. Con todo, para cada miembro de la élite esta<br />

posibilidad constituye una amenaza al tiempo que una promesa; y,<br />

aparte de esta posibilidad de cambios de poder en el seno del grupo,<br />

la vida parece dominada mayoritariamente por fuerzas que están<br />

más allá, justo <strong>como</strong> ocurre con la vida de los campesinos.<br />

A pesar de haber empezado desde conceptos originales muy<br />

diferentes de los de Simmel, hemos llegado a la conclusión<br />

muy similar de la correspondencia entre la concepción tipo bobility<br />

del ideal <strong>cultura</strong>l y la lógica inherente a los procesos «vividos»,<br />

determinados estructuralmente (y tecnológicamente,<br />

según Hagen).<br />

No obstante, incluso la censura de ideas <strong>cultura</strong>les del tipo<br />

bobility en tanto que absurdos convertidos en armas de clase se<br />

podría anclar en la realidad de la sociedad que se está comentando;<br />

en otras palabras, incluso si se pudieran rechazar completamente<br />

las reservas expresadas hasta ahora, todavía permanecería<br />

la duda sobre si quedarían explicados todos los<br />

ejemplos del concepto jerárquico de <strong>cultura</strong>. El ejemplo que<br />

hemos tomado <strong>como</strong> representativo del concepto, la noción<br />

griega de <strong>cultura</strong>, no encaja del todo con el marco de la bobility:<br />

quizás podría haber merecido esta última rúbrica en su fase<br />

preclásica, ócpeTT), en la cual el ideal caballeresco de los guerreros<br />

aristocráticos se aproximaba al privilegio hereditario del<br />

gobierno; sin embargo, la adecuación es mucho menos válida<br />

para el clásico período de una democracia económica y social<br />

y una política rousseauniana, a menos, claro está, que estemos<br />

preparados para tratar, no sin cierta justicia, a todos los ciudadanos<br />

de Atenas <strong>como</strong> aristócratas de una sociedad de esclavos.<br />

Naturalmente, la afirmación del papel representado por el<br />

concepto jerárquico en una sociedad muy conflictiva depende<br />

r<br />

L<br />

LA CULTURA COMO CONCEPTO 113<br />

del marco estructural de referencia que hayamos elegido. Hasta<br />

ahora, no nos hemos tropezado con un solo caso en el que<br />

no se pueda hallar un marco que transforme el concepto jerárquico<br />

en otra versión de la bobility. Empezamos a preguntarnos<br />

si el concepto jerárquico se puede liberar de la carga que<br />

supone su vinculación de clase. Hemos tratado de optar por la<br />

lógica de la estructura social, que aclara el aparente absurdo y<br />

la incoherencia lógica de las concepciones jerárquicas de <strong>cultura</strong>.<br />

Pero, aun siendo racional a su manera y lógicamente coherente,<br />

¿se trata de un concepto «desclasado», sin relación con<br />

las clases? ¿Puede llegar a serlo?<br />

Idealmente, la respuesta es sí. En 1924, Edward Sapir trató<br />

de resucitar el enfoque griego de la <strong>cultura</strong> al proporcionar una<br />

base académica al concepto evaluado a través del sentido común.<br />

Su símil de la «<strong>cultura</strong> genuina» (frente a la «espuria»)<br />

debía mucho al legado griego de «refinamientos individuales»<br />

y «forma ideal»: 25<br />

Se puede concebir perfectamente una <strong>cultura</strong> genuina en<br />

cualquier tipo o fase de civilización, en el molde de cualquier genio<br />

nacional. [...] Simplemente es inherentemente armoniosa,<br />

equilibrada y autosatisfactoria. [...] Es una <strong>cultura</strong> en la que nada<br />

carece de un significado espiritual, y en la que ninguna parte<br />

importante del funcionamiento nacional lleva consigo un sentimiento<br />

de frustración, de esfuerzo mal dirigido o falto de comprensión.<br />

Se puede percibir fácilmente en el texto de Sapir un sesgo relativista<br />

totalmente ausente en Aristóteles; también se puede notar<br />

la humilde aceptación de soluciones <strong>cultura</strong>les alternativas,<br />

extremo que apenas resultaría comprensible para los contemporáneos<br />

de Platón, tan seguros de sí mismos. Con todo, un punto<br />

permanece fuera de cualquier discusión: en un sociedad determinada,<br />

se puede deducir una, y sólo una, forma ideal que sea al

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