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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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196 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

términos de cognición dirigida directamente hacia los objetos<br />

universales». 18 No sólo se reivindicaban las ideas básicas de<br />

Descartes, sino que, en sus virulentas incursiones contra la disipación<br />

positivista del conocimiento, Husserl se aventuró de<br />

hecho en terrenos movedizos en los que el propio Descartes no<br />

se hubiese arriesgado a entrar. Se puede decir que Husserl aplicó<br />

a Descartes el mismo tipo de tratamiento radical que Fichte<br />

consagró al legado de Kant. En vez de resolver la inquietante<br />

dicotomía de lo necesario y lo existente, se optó por<br />

apartarla. De hecho, la éTtoxfj, la suspensión del tema de la<br />

existencia decretada en el arranque mismo de las cogttationes<br />

fenomenológicas, nunca se ha revocado. Se ha rescatado la validez<br />

del conocimiento humano a expensas de la información<br />

empíricamente accesible, para la cual la fenomenología no tiene<br />

un uso preciso, <strong>como</strong> tampoco lo tiene el positivismo para<br />

las verdades esenciales. No maravilla, pues, que el hercúleo<br />

proyecto del maestro se redujese en la práctica de sus heréticos<br />

discípulos a una norma metodológica, apenas husserliana, pero<br />

evidentemente espiritualista. Véase por ejemplo la definición de<br />

Maurice Natanson: fenomenología es un término genérico que<br />

«incluye todas las posiciones que insisten en la primacía de la<br />

conciencia y del significado subjetivo en la interpretación de<br />

la acción social». 19 Esta caricatura del posicionamiento husserliano<br />

ante el mundo «que está ahí», readmitido subrepticiamente<br />

en el reino de los juicios definidos, se vuelve a categorizar<br />

en los viejos términos de la «primacía» subjetiva, cuya<br />

expulsión había proclamado Husserl <strong>como</strong> logro propio, por<br />

lo que no alcanza el éxito.<br />

Sin embargo, la búsqueda de certeza, el deseo de conocimiento<br />

de lo necesario, estaba en el origen mismo de la rebelión<br />

antipositivista del tipo promovido por Husserl. Parecería<br />

que, en el marco de esta intención abrumadora, la sola modalidad<br />

permitida para la «estructura» sería la de Sache en el sentido<br />

husserliano, es decir, una de las esencias definibles y des-<br />

LA CULTURA COMO ESTRUCTURA 197<br />

criptibles enteramente <strong>como</strong> intención; de hecho, sería un modo<br />

de ser afín a la définition intentionelle de Boudon. <strong>La</strong>s intenciones<br />

particulares constitutivas de la estructura serían las del<br />

orden, la consistencia, la cohesión lógica. Como en el caso de<br />

otras Sache, el principio de érco/í] anulaba la cuestión de la<br />

existencia. <strong>La</strong> única disciplina a la que se debe someter la estructura,<br />

en tanto que Sache, es a la de los significados impuestos<br />

por las intenciones constitutivas. Con el prerrequisito de la<br />

necesidad <strong>como</strong> intención principal, la estructura no podía ser<br />

sino el epítome mismo de la «certeza» y de la «necesidad» de<br />

las cosas.<br />

Con todo, el universo generado por las premisas de la ciencia<br />

difícilmente puede asimilar la suspensión del mundo material.<br />

Tal <strong>como</strong> han mostrado los retoños de la fenomenología<br />

empeñados en producir una metodología práctica de las ciencias<br />

sociales (Merleau-Ponty, Schutz, Natanson), la necesidad y<br />

la certeza en el sentido husserliano son las primeras víctimas de<br />

cualquier esfuerzo para extender los principios fenomenológicos<br />

lo suficiente <strong>como</strong> para cubrir el campo de la sociología.<br />

Esos dos ideales parecen estar fuera de lugar, resistiendo cualquier<br />

intento de a<strong>como</strong>darlos a la tarea de tratar los fenómenos<br />

de la realidad accesible al Hombre. Cualquier noción de estructura<br />

que se calcule para tener la oportunidad de ser adoptada<br />

y utilizada por la práctica científica se debe definir de tal<br />

manera que el conjunto total de temas que surgen de la admisión<br />

de la autoridad de la evidencia fenoménica tenga un papel<br />

principal. Pero, entonces, tal vez resulte insostenible la pura<br />

noción cartesiana y husserliana de certeza, ofrecida únicamente<br />

por el conocimiento de lo necesario. Así pues, lo que queda<br />

de la vieja eí'8r) es la idea de constancia, de invariancia, de estabilidad<br />

escondida tras la corriente de fenómenos variables, diversificados<br />

y aparentemente caóticos. <strong>La</strong> «esencia» continúa<br />

siendo el objetivo supremo de la ciencia, desafiando a la sophrotyne,<br />

a la prudencia positivista, pero ahora está contaminada por

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