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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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214 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

gún tipo de iluminación explorando los callejones sin salida<br />

transitados sin cesar por sus predecesores.<br />

Nuevamente, la aproximación semiótica, estructuralista, a la<br />

<strong>praxis</strong> humana ofrece una oportunidad a una nueva y convincente<br />

solución a un viejo problema. <strong>La</strong> pista la suministra la dialéctica<br />

entre signifiant y signifié, entre significante y significado,<br />

analizada creíblemente por Ferdinand de Saussure. 35 Aunque<br />

soldados, se puede distinguir ambos aspectos en cada signo,<br />

lingüístico o no. Es probable que, en un acto <strong>cultura</strong>l considerado<br />

desde una perspectiva semiótica, los dos aspectos íntimamente<br />

vinculados aunque analíticamente distinguibles se pueden<br />

organizar respectivamente en dos estructuras isomórficas: una<br />

llamada habitualmente «<strong>cultura</strong>» y otra conocida <strong>como</strong> «estructura<br />

social». Si contemplamos la segunda, la estructura social,<br />

<strong>como</strong> una red de dependencias y de constricciones tejida en el<br />

flujo de energía (aprendiendo de la cibernética los principios<br />

constructivos fundamentales de todos los conjuntos autorregulables<br />

y autoprogramables, incluida la sociedad humana), se<br />

debe interpretar la primera, la <strong>cultura</strong>, <strong>como</strong> el código a través<br />

del cual se expresa, se transmite, se descifra y se procesa la información<br />

sobre dicha red. Ambas participan conjuntamente<br />

en la empresa humana básica de la reducción de la incertidumbre<br />

acerca de su propia condición, ordenándola, haciéndola<br />

más predecible y, consecuentemente, más manipulable. 36 Mientras<br />

se mantenga esta interpretación, la relación entre <strong>cultura</strong> y<br />

estructura social es una relación de significación (que, insistimos,<br />

es un proceso activo de principio a fin) y se pueden utilizar<br />

para su estudio los métodos exactos elaborados para el análisis<br />

de conjuntos isomórficos.<br />

4. A pesar de la mala interpretación habitual, el equipamiento<br />

analítico del estructuralismo moderno también ofrece<br />

una oportunidad para tender un puente sobre el precipicio conceptual<br />

que separa la sincronía de la diacronía. <strong>La</strong>s numerosas<br />

afirmaciones en sentido contrario, por frecuentes que hayan si-<br />

LA CULTURA COMO ESTRUCTURA<br />

215<br />

do (el propio Lévi-Strauss estuvo durante un tiempo en el banquillo<br />

de los principales acusados de la asociación entre el estructuralismo<br />

y la desautorización del conocimiento histórico<br />

<strong>como</strong> contribución necesaria para la descripción de sistemas),<br />

responden prácticamente siempre a la comprensible, aunque<br />

no siempre convincente, pasión de los devotos predicadores de<br />

una idea indudablemente revolucionaria. <strong>La</strong> defensa contra la<br />

truculencia de la ortodoxia parece exigir un tabú enfático de toda<br />

ambigüedad, pero, dado que la antigua herejía hace mucho<br />

que es una ortodoxia rutinaria, se ha puesto de manifiesto que<br />

los análisis sincrónicos más sofisticados no requieren el abandono<br />

de la perspectiva diacrónica. Al contrario, «tienen que<br />

existir algunas conexiones entre procesos diacrónicos y regularidades<br />

sincrónicas, ya que no hay cambio que pueda producir<br />

un estado sincrónico sin leyes, de la misma manera que todo<br />

estado sincrónico es el resultado de procesos diacrónicos». 37<br />

Además, los aspectos genético y estructural sólo se hacen comprensibles<br />

en su interdependencia analítica, recíproca y procesual;<br />

38 ese mismo conjunto conceptual permite también analizar<br />

los cambios socio<strong>cultura</strong>les, así <strong>como</strong> la estructura social y<br />

el sistema <strong>cultura</strong>l. 39 <strong>La</strong> herramienta conceptual que más rápidamente<br />

viene a la cabeza en esta confluencia es la de signos<br />

«marcados» y «sin marcar» (la oposición «primitiva» de Trubetzkoy<br />

entre miembros merkmaltragend y merkmallos) . 40 El<br />

signo «sin marcar», habitualmente el más sencillo y esquemático<br />

de los dos, denota inicialmente a toda la clase de fenómenos<br />

indiscriminadamente; cuando, por alguna razón, un atributo<br />

exclusivo de una subclase adquiere importancia, parte de las<br />

aplicaciones del signo «sin marcar» se asocia con una «marca»<br />

que distingue sólo a esa subclase. El hasta entonces monopolista<br />

signo «sin marcar» se encuentra desde ese momento opuesto<br />

al nuevo signo «marcado»: si antes había sido neutral respecto al<br />

rasgo marcado, a partir de ese instante transmite información<br />

sobre su ausencia. V. V. Martynov ha desarrollado reciente-

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