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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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306 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

<strong>La</strong> percepción de la intolerancia particularmente vehemente<br />

que despliegan los movimientos radicales se puede fundamentar,<br />

al menos en parte, sobre una especie de ilusión óptica.<br />

Dado que la totalidad de la existencia social del grupo depende<br />

de la promoción de los fines del grupo que todavía no se han<br />

impuesto y, dado que estos fines existen solamente en tanto que<br />

proyectos poco garantizados por la realidad del sentido común<br />

(al contrario que su adversarios mejor establecidos, aceptados<br />

por la «razón» popular), se debe concentrar una intensidad<br />

emocional única en la tarea también única determinada por cada<br />

fin, y se debe tener un cuidado inusual en guardar la pureza<br />

del grupo y la claridad de sus fronteras. <strong>La</strong> totalidad de la <strong>praxis</strong><br />

del grupo se congestiona de hecho alrededor de la línea de<br />

frontera entre «nosotros» y «ellos» (a expensas de las otras<br />

fronteras por lo demás vulnerables y sensibles; de ahí la notable<br />

disolución en el grupo que experimentan los individuos de<br />

muchos movimientos radicales); se elige un único «nosotros»<br />

en detrimento de los demás que, en circunstancias «usuales»,<br />

son de lo más variado. Es posible que la lógica de una <strong>praxis</strong> peculiar<br />

pueda hacer inteligible la extraña conducta de los grupos<br />

radicales, más que la selección interna de individuos concretos.<br />

En realidad, los aprietos de un grupo en guerra radical contra la<br />

sociedad dejan poco espacio para una actitud liberal, que Roland<br />

Barthes define acertadamente <strong>como</strong> «una especie de equilibrio<br />

intelectual basado en sitios reconocidos». 74 <strong>La</strong> <strong>praxis</strong> de<br />

un movimiento radical consiste precisamente en «desreconocer»<br />

lugares reconocidos; hay que señalar además que no sólo<br />

se trata de lugares, sino que, por encima de todo, lo que está lejos<br />

de ser reconocido es la totalidad proyectada en el seno de la<br />

cual se puede emplazar el movimiento radical. Es difícil hacer<br />

cuadrar la opinión ampliamente aceptada sobre la intolerancia<br />

de los radicales y de los movimientos radicales respecto a la<br />

ambigüedad con la notoria disposición de muchos de esos movimientos<br />

a desafiar y transgredir todas las demás divisiones sa-<br />

LA CULTURA COMO PRAXIS 307<br />

gradas. Toda su intolerancia se descarga, de hecho, en la vigilancia<br />

expresada en la famosa fórmula «quien no está con nosotros<br />

está contra nosotros», que quiere barrer toda la viscosidad de<br />

una sola frontera, una sola, pero vital.<br />

A estas alturas nos hemos topado con una distinción importante<br />

que, malgré tout, se tiene que trazar en el interior del<br />

«campo radical». Tal <strong>como</strong> reza la sabiduría popular, exacerbada<br />

por muchos estudiosos de mentalidad liberal, les extremes<br />

se touchent («los extremos se tocan»), y los radicalismos de derecha<br />

y de izquierda se disuelven en una imagen global de intolerancia<br />

beligerante, militante. Realmente se tocan, pero sólo<br />

desde la perspectiva del liberalismo, que es la Weltanschauung<br />

de un mundo seguro y bien establecido, en el cual todo el mundo<br />

mantiene su propio lugar reconocido: la tolerancia se extiende<br />

voluntariamente, ya que apenas es necesaria. Cuando se<br />

aplica la perspectiva de la tolerancia (hacia el orden establecido<br />

o, más bien, hacia todo el mundo, ya que todo el mundo lo<br />

reconoce) contra la intolerancia (contra el orden establecido<br />

o, contra la mayoría, ya que es la mayoría la que lo reconoce),<br />

los radicalismos de izquierda y de derecha se remueven sospechosamente<br />

cerca el uno del otro. Desde esta perspectiva,<br />

el esfuerzo por establecer una línea clara entre ambos es verdaderamente<br />

frustrante. Sin embargo, en contra de la opinión<br />

que parece estar ganando terreno entre los académicos, parece<br />

que hay criterios razonablemente claros para garantizar la<br />

distinción tradicional entre los radicalismos de izquierda y los<br />

de derecha, por muchos Mussolini y Doriot a los que se pueda<br />

apelar desorientadoramente <strong>como</strong> prueba persuasiva de lo<br />

contrario, y por mucho que la distinción no se aplique necesariamente<br />

a las organizaciones que se reclaman de uno u otro<br />

bando.<br />

Deseamos proponer de manera tentativa las siguientes distinciones:<br />

el rasgo distintivo del radicalismo tanto de izquierdas<br />

<strong>como</strong> de derechas es una intolerancia dispersa, amorfa, no es-

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