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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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56 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

un proceso político que amontonaba Ia diversidad de identidades<br />

regionales, legales y ocupacionales dei petit peuple en una<br />

«masa» indiscriminada o mobile vulgus (de ahí ei término inglês<br />

mob [«masa», «muchedumbre»]. Su corolário intelectual<br />

empezó a fraguar seriamente en ei siglo xvn, pero solo alcanzó<br />

su madurez conceptual en ei pensamiento de Ia Ilustración. Según<br />

Robert Muchembled: 22<br />

Todos los grupos sociales de los siglos XV y XVI se movían a<br />

un mismo nível en ese universo, enormemente distante dei nuestro.<br />

Divisiones reales derivadas dei nacimiento o de Ia riqueza no<br />

generaban diferencias profundas de sensibilidad y de conducta<br />

común entre los dominadores y los dominados. [...]<br />

Al empezar ei siglo XVIII se intensifica Ia ruptura entre dos<br />

planetas mentales separados. <strong>La</strong> gente civilizada ya no puede<br />

sentir a Ia gente en ei sentido estricto de Ia palabra. Rechazan<br />

todo aquello que lês parece salvaje, sucio, lascivo, con ei fin de<br />

luchar mejor contra Ias tentaciones similares que ellos mismos<br />

experimentai. [...] El olor pasa a ser un critério de distinción<br />

social.<br />

Había muchas divisiones y subdivisiones, grandes o diminutas,<br />

en esa cadena divina dei ser que Ia mentalidad premoderna<br />

de Ia Europa cristiana había forjado pieza a pieza para ensamblar<br />

su mundo vital. De hecho, eran demasiadas para aglutinarlas<br />

en una sola, global y omnisciente «división de divisiones», ai<br />

estilo de Ia división moderna, aún por surgir, entre «cultos» e<br />

«incultos»; estos últimos eran ordinários, vulgares, brutos, no<br />

refinados y faltos de elevación espiritual e intelectual.<br />

De manera verdaderamente revolucionaria, ei «proceso civilizador»<br />

que arranco en ei siglo XVII era en primer lugar, y<br />

por encima de todo, un movimiento consciente de separación<br />

de Ias elites respecto ai «resto», ai que, a pesar de su diversidad<br />

interna, se lê obligaba a mezclarse en Ia homogênea «masa». Se<br />

trataba de un proceso de aguda desincronización <strong>cultura</strong>l. En ei<br />

r INTRODUCCIÓN<br />

L<br />

57<br />

extremo activo dei espectro resultante (ei de Ias elites), se generaba<br />

una preocupación creciente por formarse, instruirse y<br />

mejorar. En ei otro, ei extremo pasivo, sedimentaba una tendência<br />

a biologizar, medicalizar, criminalizar y, cada vez más, a<br />

supervisar a Ias «masas», «juzgadas [por Ias elites] <strong>como</strong> brutales,<br />

mugrientas y totalmente incapaces de sujetar sus propias<br />

pasiones para a<strong>como</strong>darse ai molde civilizado».<br />

En resumen, en ei umbral de Ia modernidad se situa un<br />

proceso de formación de Ias elites ilustradas y cultivadas (desde<br />

entonces aisladas por médio de sus «modos civilizados»,<br />

con sus dos facetas de refinamiento espiritual y de instrucción<br />

de los hábitos corporales) que, ai mismo tiempo, era un proceso<br />

de formación de Ias masas, en este caso dirigida desde ei exterior<br />

dei objeto y apoyada en los poderes fácticos. Lãs primeras<br />

se convertían en agentes sociales, mientras que Ias segundas<br />

tenían que configurar ei objeto de Ias anteriores, es decir, un<br />

campo potencial sobre ei cual Ias elites pudieran ejercer su capacidad<br />

de acción, asumiendo su responsabilidad y cumpliendo<br />

su función supervisora. Responsabilidad por conducir Ias<br />

masas hacia Ia humanidad; Ia acción podia tomar forma de persuasión<br />

o de coerción. Precisamente esa responsabilidad y Ia<br />

propulsión hacia Ia acción que se lê asociaba eran Io que definia<br />

a «Ias masas» —en sus dos encarnaciones— coexistentes y<br />

mutuamente complementarias aunque ostensiblemente opuestas:<br />

«ei populacho» (que salía a primer plano siempre que ei<br />

uso de Ia fuerza estaba a Ia orden dei dia) y «ei pueblo» (invocado<br />

cuando se esperaba que Ia educación hiciese redundante<br />

Ia coerción).<br />

Lo que era aplicable a esta gran división también Io era a<br />

Ia reunificación que se debía seguir. <strong>La</strong> nueva elite civilizada,<br />

por entonces firmemente ai mando, era quien tenía que dirigir<br />

Ia reintegración de Ia sociedad dividida. Citando de nuevo a<br />

Gellner: 23

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