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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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182 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

sistemas socio<strong>cultura</strong>les se pueda articular significativa y provechosamente<br />

en términos de discrepancias cualitativas y «sustantivas».<br />

En el corazón de todo el asunto, reside una diferencia<br />

más bien cuantitativa, aunque suficientemente conspicua<br />

<strong>como</strong> para inspirar, y requerir, la diferenciación de las interrogaciones<br />

que nos podamos hacer sobre los organismos biológicos<br />

y los sistemas socio<strong>cultura</strong>les.<br />

Cuando modelamos imágenes estructuradas de los organismos<br />

biológicos, solemos concentrar deliberadamente nuestra<br />

atención en la manera <strong>como</strong> el sistema trata de mantenerse con<br />

éxito dentro de sus límites. No hay nada ilegítimo en tal postura.<br />

De hecho, tenemos todo el derecho del mundo a seleccionar<br />

el mismo enfoque al tratar de los sistemas socio<strong>cultura</strong>les,<br />

tal <strong>como</strong> hacen muchos sociólogos, intentando batallar con la<br />

conocida pregunta hobbesiana. Sin embargo, esa postura nos<br />

remite más al escrutinio de las fronteras del «carácter sistémico»<br />

que a la naturaleza del fenómeno «sistémico». Si «estar estructurado»<br />

se relaciona por encima de todo con la resistencia<br />

a las tendencias entrópicas, la cuestión clave es la capacidad de<br />

algunos sectores del mundo seleccionados para estructurar, «neguentropizar»,<br />

más que para simplemente mantener intacta y<br />

«congelada» una estructura ya «estructurada». De ahí nuestras<br />

objeciones a la crítica incompleta de Buckley. Cuando Buckley<br />

menciona la «estructura dada» de los organismos maduros, obviamente<br />

se refiere a redes bien establecidas de relaciones entre<br />

las partes. Pero la inaplicabilidad del enfoque biológico a<br />

los sistemas socio<strong>cultura</strong>les, correctamente predicada por Buckley,<br />

no es el resultado de concentrar la atención de los biologistas<br />

en una «estructura dada» solamente en el sentido anterior;<br />

la premisa que subyace en la crítica de Buckley es una<br />

naturaleza esencialmente estática e inmóvil de la estructura <strong>como</strong><br />

tal. Lógicamente, acuña una nueva palabra, morfogénesis,<br />

para denominar un sistema construido de tal manera que no<br />

otorga preferencia a ninguna «estructura dada» concreta. ¿Qué<br />

LA CULTURA COMO ESTRUCTURA 183<br />

jesuíta, entonces, «sistémico» en esta clase de sistemas? El atrijjuto<br />

de poseer una «estructura dada» es precisamente la única<br />

cualidad que distingue un parte de la realidad ordenada, similar<br />

a un sistema, respecto a su exterior caótico y desorganizado.<br />

por lo tanto, y por definición, es algo relativamente estable y<br />

constante, resistente a la erosión entrópica. No obstante, el nudo<br />

del problema es que, a nivel empírico, esta constancia endémica<br />

de la estructura no se manifiesta necesariamente <strong>como</strong><br />

una monótona repetición de sus resultados fenoménicos. Al<br />

contrario, una variabilidad amplia y prácticamente ilimitada se<br />

puede continuar correspondiendo a una estructura subyacente<br />

constante o, incluso, inflexible. Déjesenos repetir que no hay<br />

nada intrínsecamente equivocado en que tanto biólogos <strong>como</strong><br />

sociólogos centren la atención en el descubrimiento de una «estructura<br />

dada» (asumir muchas estructuras — ¿cuántas? — en<br />

un sistema, en lugar de una, equivaldría, de hecho, a negar su<br />

carácter sistémico). Lo que está equivocado es la confusión entre<br />

los planos empírico y estructural. El razonamiento biológico<br />

sobre los sistemas socio<strong>cultura</strong>les sólo deviene peligrosamente<br />

desorientador cuando se ubica la estructura en el nivel<br />

empírico y se toma la constancia de correlaciones estadísticas<br />

entre fenómenos por la estructura propiamente dicha. Lo que<br />

parece ser el fallo principal de la imagen parsoniana del sistema<br />

social no es su premisa de la constancia de la estructura, sino<br />

la localización de esta estructura en el plano de las relaciones<br />

sociales reales y, consecuentemente, la premisa de que la<br />

defensa de la estructura del sistema es equivalente a la defensa<br />

de la red vigente de sus actualizaciones empíricas.<br />

Podemos volver ahora al comentario acerca de la naturaleza<br />

de los patrones que constituyen el rasgo distintivo de los todos<br />

estructurados. Recordemos que los todos estructurados<br />

son aquellos en los que «no todo puede pasar» o, más bien,<br />

donde se minimiza la probabilidad de algunos estados hip° te<br />

e<br />

ticos, que resultan incoherentes respecto a la lógica Á

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