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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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298 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

dicción con su propio programa). Son tan profundas <strong>como</strong> el<br />

pivote mismo de la metodología funcionalista, la clasificación<br />

de las unidades analíticas en dependientes e independientes, un<br />

legado de la metodología determinista; tal <strong>como</strong> lo expresaría<br />

Ernest Nagel, esas razones llegarían a las G (metas, de goals) y<br />

las SC (coordenadas de estado, de state coordínales) del sistema.<br />

66 <strong>La</strong>s G (o M, en versión castellanizada) se han especificado<br />

de distintas maneras: entre las opciones más populares, podemos<br />

nombrar la supervivencia de una red concreta de relaciones<br />

sociales, la estabilidad del núcleo central de valores, el mantenimiento<br />

de un cuerpo político específico. En cada caso, la<br />

posición metodológica es muy parecida: algunas pautas repetibles<br />

de <strong>praxis</strong> humana se «explican» indicando el papel que desempeñan<br />

al servicio de una «G». En este sentido, el marco lógico<br />

fundamental muestra una semejanza llamativa con el que<br />

había santificado la tradición determinista: en un par de acontecimientos<br />

sometidos a examen, se considera que uno de ellos<br />

ejerce un rol principal y el otro, un rol secundario o derivado.<br />

<strong>La</strong> diferencia entre ambos proyectos explicativos radica en que<br />

el determinismo pretende deducir ese segundo acontecimiento<br />

del primero, mientras que el funcionalismo trata más bien de<br />

reducir el segundo al primero. Con todo, cuando se la confronta<br />

con la metodología dialéctica de la <strong>praxis</strong>, esta diferencia revela<br />

una importancia menor, por muchas pasiones intelectuales<br />

que haya levantado. <strong>La</strong> metodología de la <strong>praxis</strong> se opone a<br />

cualquier tratamiento preferencia! de algún aspecto del proceso<br />

analíticamente separable; desde esta perspectiva, las facetas<br />

del proceso vinculadas a la «estructura social» y a la «<strong>cultura</strong>»<br />

(en el sentido conceptual de la distinción) son tan inseparables<br />

y resistentes a toda «jerarquización» que son a la vez significante<br />

y significado en un evento semiológico.<br />

Se puede dar cuenta de la diferenciación de las comunidades<br />

<strong>cultura</strong>lmente distintas en razón de sus focos de «densidad<br />

<strong>cultura</strong>l» (los puntos donde se concentran las actividades más<br />

7<br />

LA CULTURA COMO PRAXIS 299<br />

intensas contra la viscosidad) si se abordan desde la perspectiva<br />

de la metodología de la <strong>praxis</strong>. <strong>La</strong>s reglas de la propia <strong>praxis</strong>,<br />

que trascienden las fronteras de las comunidades <strong>cultura</strong>les<br />

aisladas, se pueden «explicar» o bien de manera determinista,<br />

refiriéndose a sus raíces biológicas ligadas a la evolución de la<br />

especie o al sustrato neuropsicológico, o bien en términos funcionales,<br />

poniendo en primer plano el carácter adaptativo de<br />

dichas reglas y su correspondencia con la naturaleza prehumana<br />

del universo. Pero ni el determinismo ni el funcionalismo<br />

proporcionan una explicación para los usos específicos que cada<br />

<strong>cultura</strong> asigna a las reglas de la <strong>praxis</strong>, al menos una explicación<br />

que no pueda ser acusada de inconcluyente o de unilateral.<br />

Se haría bien en recordar las advertencias de Boas contra<br />

el descuido de la historia, hoy no demasiado en boga, aunque<br />

no es necesario ir hasta el final con el más influyente adversario<br />

de los universales <strong>cultura</strong>les. Lo que desafía cualquier aproximación<br />

determinista o funcionalista a la <strong>praxis</strong> histórica es fundamentalmente<br />

su impredictibilidad, no necesariamente enfrentada<br />

a la «inevitabilidad» (<strong>como</strong> en el caso de la evolución<br />

biológica o en el desarrollo de la inteligencia, la confluencia particular<br />

que Piaget, siguiendo a <strong>La</strong>lande, denominó vection}. 61<br />

Sea lo que sea lo que haya ocurrido, se ha «determinado» por la<br />

lógica absoluta del marco de análisis determinista; pero nada<br />

que todavía no ha sucedido se puede deducir inequívocamente<br />

de lo que ya ha quedado petrificado en hechos, ya que los acontecimientos<br />

previos limitan más que determinan sus secuencias<br />

en procesos <strong>como</strong> la evolución biológica, el crecimiento del conocimiento<br />

o la totalidad de la historia humana. Tan sólo los<br />

universales formales de la <strong>praxis</strong>, sus «reglas generativas»,<br />

constituyen el núcleo duro, invariable de la historia humana; y<br />

tal vez ni eso o sólo en la medida en que confinamos nuestra<br />

visión al período de existencia de nuestra especie, que en sí<br />

misma no deja de ser un acontecimiento histórico en un contexto<br />

más basto.

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