Zygmunt Bauman La cultura como praxis
Zygmunt Bauman La cultura como praxis
Zygmunt Bauman La cultura como praxis
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
232 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />
culando la divergencia entre la información que realmente se<br />
necesita para determinar completamente el sector y la cantidad<br />
de información que sería necesaria sí el sector estuviese totalmente<br />
«desorganizado».<br />
Hemos llegado hasta aquí sin haber distinguido conceptualmente<br />
los dos aspectos del esfuerzo ordenado humano: introducir<br />
significado en un universo que de otra manera no lo<br />
tendría y suministrarle los indicios o indicadores capaces de señalar<br />
y de revelar ese significado a aquellos que puedan interpretarlos.<br />
Los dos flancos de esta empresa doble se pueden<br />
describir y entender dentro de un solo marco analítico. Sin embargo,<br />
surge la duda sobre si, además del marco de referencia<br />
o aparato conceptual necesario para analizar la actividad ordenadora<br />
en sí misma, se necesita otro u otros que expliquen la<br />
relación entre la estructura social y la <strong>cultura</strong>. El orden del mundo<br />
en que viven es una cuestión de tal importancia para los seres<br />
humanos que parece totalmente justificado asignarle un valor<br />
autotélico, es decir, finalista en sí mismo: apenas resulta<br />
necesario buscar más explicaciones de la necesidad anterior señalando<br />
algún propósito para el que supuestamente sirva el hecho<br />
de «conferir significado al mundo».<br />
Consecuentemente, parece que la lógica de la <strong>cultura</strong> es la<br />
lógica del sistema autorregulado más que la lógica del código<br />
o de la gramática generativa del lenguaje (siendo ésta un caso<br />
peculiar de la primera más que al revés). <strong>La</strong> conclusión más<br />
importante es la siguiente: resulta justificado extrapolar únicamente<br />
los rasgos más generales del lenguaje a las esferas no<br />
lingüísticas de la <strong>cultura</strong>; concretamente, se trataría de aquellos<br />
rasgos que caracterizan la capacidad de la interacción lingüística,<br />
en tanto que un caso particular de una clase más amplia de<br />
sistemas autorregulados. Por lo tanto, haríamos mejor en buscar<br />
inspiración directamente en la teoría de sistemas. No obstante,<br />
esto no quiere decir que se deban detener los préstamos<br />
tomados de los impresionantes logros del análisis lingüístico de<br />
T<br />
LA CULTURA COMO ESTRUCTURA 233<br />
la naturaleza de la significación. Lo que quiere decir es que,<br />
aunque nos permitamos inspirarnos en los logros de la lingüística,<br />
deberíamos ser conscientes de que no tiene más poder<br />
probatorio del que suelen poseer las analogías.<br />
4. El uso cotidiano del término «signo» significa simplemente<br />
aliquid stat pro aliquo, con lo que la atención del estudioso<br />
del «significado» se ha centrado tradicionalmente en las<br />
condiciones en las cuales alguna cosa representa a otra. Cerrando<br />
la larga línea de desarrollo de las interpretaciones conductistas<br />
del signo a la luz de la teoría del aprendizaje —una línea<br />
que empezó con Watson y pasó por los trabajos clásicos de<br />
C. K. Ogden o de I. A. Richards y Charles Morris-^, en 1952<br />
Charles E. Osgood definió el signo <strong>como</strong> algo que «induce en<br />
un organismo una reacción mediadora, a) sea una fracción de<br />
la conducta total generada por el objeto, b) sea la producción<br />
distintiva de una autoestimulación que medie respuestas que<br />
no ocurrirían sin la asociación previa de patrones de estimulación<br />
de objetos y de no-objetos». 64 Así pues, desde la perspectiva<br />
del conductismo, solucionar el problema del significado<br />
supone mostrar que un «no-objeto» asociado con «el objeto»<br />
suscita respuestas afines a la estimuladas por el objeto. Para un<br />
psicólogo que un conductista calificaría de «mentalista», «representar»<br />
significa «enviar» o «remitir», lo que difiere sustancialmente<br />
de la definición conductista en los términos que emplea,<br />
pero no deja de estar dentro del alcance de la única pregunta<br />
que inquieta a los psicólogos: simplemente qué es un signo para<br />
alguien, para el cual ya era un signo o bien se acaba de convertir<br />
en uno. Tal <strong>como</strong> hemos visto antes, para un sociólogo o para<br />
un «culturólogo» la cuestión principal es diferente: cómo es<br />
que un «algo» adquiere un poder que ni es natural ni es intrínseco<br />
para representar otra cosa y, así, asumir el rol de un signo.<br />
Esta diferencia en las interrogaciones a las que se someten unos<br />
y otros explica por qué el problema de los sociólogos y de los<br />
culturólogos está más cerca técnicamente del que se plantean