Zygmunt Bauman La cultura como praxis
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336 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />
mo significado su rechazo y su superación». 109 <strong>La</strong> <strong>cultura</strong> constituye<br />
la experiencia humana en el sentido de que constantemente<br />
pone de relieve la discordancia entre lo ideal y lo real, de<br />
que hace significativa la realidad exponiendo sus limitaciones e<br />
imperfecciones, de que invariablemente mezcla y funde conocimiento<br />
e interés (o más bien se puede decir que la <strong>cultura</strong> es<br />
un modo de la <strong>praxis</strong> humana en el cual el conocimiento y el<br />
interés son uno). Al contrario que la posición de la ciencia positiva,<br />
la <strong>cultura</strong> representa y se adscribe a la premisa según la<br />
cual la existencia real, tangible y sensorial, la que ya se ha realizado,<br />
sedimentado y objetivado, ni es la única ni la que está dotada<br />
de mayor autoridad ni, mucho menos, el único objeto de<br />
conocimiento interesado. El carácter incompleto, inacabado e<br />
imperfecto de lo real, su enfermedad y su fragilidad, subyace<br />
en el concepto de <strong>cultura</strong> de la misma manera que la autoridad<br />
suprema de lo real respalda a la ciencia positiva.<br />
En una sociedad alienada, esta naturaleza inalienable de la<br />
<strong>cultura</strong> se tiende a ocultar o desdibujar. Con los centros de<br />
control prudentemente localizados fuera del alcance de una<br />
persona (qua persona), todos los postulados fuera de lo esperable,<br />
desenfrenados o inmanejables se presentan <strong>como</strong> socialmente<br />
irrelevantes, <strong>como</strong> extrañas aberraciones. Tal <strong>como</strong> lo<br />
expresó Herbert Marcuse: 110<br />
[...] los modos de pensamiento y de investigación que dominan<br />
en una <strong>cultura</strong> industrial avanzada tienden a identificar los conceptos<br />
normativos con las realizaciones sociales prevalecientes o,<br />
más precisamente, toman <strong>como</strong> norma la manera <strong>como</strong> la sociedad<br />
traduce dichos conceptos en la realidad, intentando <strong>como</strong><br />
mucho mejorar la traducción. Un residuo no traducido se considera<br />
<strong>como</strong> una especulación obsoleta.<br />
El correlato intelectual de la tiranía de la realidad trascendental<br />
en una sociedad alienada es el hecho de que los postula-<br />
LA CULTURA COMO PRAXIS 337<br />
dos <strong>cultura</strong>les sólo pueden retener su estatus y su dignidad intelectuales<br />
en calidad de presuntos atributos o descripciones<br />
de la realidad. Se asume que se incorporan en el Ser realizado.<br />
Cualquier cosa que se erija de manera lo bastante conspicua<br />
<strong>como</strong> para desafiar este supuesto queda desterrada al reino de<br />
la «subjetividad irreductible», transformado en un asunto puramente<br />
personal e incomunicable, convertido en el eterno drama<br />
de las trágicas, solitarias e insatisfechas ansias de un yo, únicamente<br />
aliviado por el consuelo de las filosofías sobre el tipo<br />
de libertad que se puede conseguir aparte de las realidades sociales<br />
o, incluso, a pesar de ellas. Revestido implacablemente de<br />
subjetividad, absolutamente personalizado, el factor en cuestión<br />
se ve expulsado del dominio de la <strong>cultura</strong> en tanto que proyecto<br />
colectivo de la humanidad. Se le despoja del más importante<br />
de los atributos de toda <strong>cultura</strong>: su capacidad crítica, basada<br />
en la asumida y batallada supremacía sobre lo real. Verter el<br />
contenido insatisfecho de la <strong>cultura</strong> en el autoperfeccionamiento<br />
y en la autoliberación de la persona subjetiva significa<br />
sucumbir a la supremacía incontestable de lo Real en un plano<br />
social interhumano. Sobre el correlato positivista de la sociedad<br />
alienada, Marcuse diría que<br />
[...] refiere sus conceptos y métodos a la experiencia restringida y<br />
reprimida de la gente en el mundo sometido a la administración,<br />
al tiempo que devalúa los conceptos no conductuales tachándolos<br />
de confusiones metafísicas. Sin embargo, la validez histórica de<br />
ideas <strong>como</strong> libertad, igualdad, justicia o individuo residía precisamente<br />
en su contenido no satisfecho, en el hecho mismo de no<br />
poder referirlas a la realidad establecida, que no podía invalidarlas<br />
—y no lo hizo— simplemente porque las negara el funcionamiento<br />
de las instituciones que supuestamente las debía realizar.<br />
El rol histórico de la <strong>cultura</strong> radica en esa negación y en el<br />
esfuerzo incesante por reconstruir las instituciones. <strong>La</strong> <strong>cultura</strong>