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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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290 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

cial. Cortarse las uñas sólo es un acontecimiento amenazador y<br />

temible en la medida que simboliza la transgresión de las fronteras<br />

del grupo. Diríamos que existe un sistema semiótico que<br />

transforma el defecar en privado en un significante del significado<br />

«defender la estratificación social». «Posiblemente, no podamos<br />

interpretar los rituales referidos a los excrementos, la<br />

leche materna, la saliva y demás a menos que estemos dispuestos<br />

a ver en el cuerpo un símbolo de la sociedad y a ver los poderes<br />

y peligros atribuidos a la estructura social reproducidos a<br />

pequeña escala en el cuerpo humano.» 60 <strong>La</strong> ubicua metáfora de<br />

Mennenius Agrippa es en verdad inmortal.<br />

De todas formas, sería difícil imaginar cómo la sociedad o,<br />

de hecho, cualquier clase de red ordenada de relaciones humanas,<br />

hubiese sido posible en absoluto si no hubiese existido una<br />

propensión innata hacia la <strong>praxis</strong> ordenadora en los animales<br />

humanos. Se puede trazar una larga y casi continua línea desde<br />

los animales inferiores hasta el Hombre, una trayectoria perfilada<br />

por la naturaleza cambiante del proceso adaptativo de los organismos<br />

y el entorno. <strong>La</strong> línea tiene su paralela en el nivel de las<br />

cualidades mentales, a saber, de la inteligencia: «<strong>La</strong>s funciones<br />

más generalizadas del organismo —dice Piaget—, la organización,<br />

la adaptación y la asimilación, se encuentran igualmente<br />

cuando nos centramos en el dominio cognitivo, en el cual, en<br />

esencia, representan el mismo papel». 61 <strong>La</strong>s dos estructuras —de<br />

adaptación corporal y de operaciones inteligentes— son en realidad<br />

isomórficas, dado que la sustancia de la inteligencia, que<br />

implica un repertorio instintivo y hereditario junto con la aportación<br />

del aprendizaje, no es más que el proceso adaptativo de<br />

asimilación y a<strong>como</strong>dación, llevado a cabo sin cambios «materiales»<br />

irreversibles en el entorno y sin alteraciones orgánicas del<br />

cuerpo involucrado en el proceso de adaptación. <strong>La</strong> ampliación<br />

de la capacidad operativa del organismo en el proceso de evolución<br />

parecía acompañada por un cambio coherente en la composición<br />

de la inteligencia. El cambio se ha ido produciendo al<br />

T<br />

A<br />

LA CULTURA COMO PRAXIS 291<br />

menos en dos dimensiones: a) el aumento del número de oposiciones<br />

que el organismo es capaz de distinguir significativamente,<br />

es decir, en tanto que desencadenantes de modos de conducta<br />

distintos; b) el realce relativo del papel desempeñado por la<br />

discriminación conductual aprendida durante la ontogénesis, en<br />

comparación con el repertorio instintivo de la especie. En ambas<br />

dimensiones, el proceso alcanzó su cima en la especie humana.<br />

Si las dos tendencias de desarrollo se combinan, producen la necesidad<br />

y la capacidad de complementar o, más bien, reemplazar<br />

el orden natural por uno artificial.<br />

Cuantas más oposiciones sea capaz de distinguir significativamente<br />

un organismo, «más rico» será su entorno asimilado<br />

y más se involucrará la correspondiente estructura de organización<br />

interna, pero, al mismo tiempo, menos tolerante resultará<br />

el organismo a las oscilaciones del estado del entorno, incluso<br />

cuando sean sutiles. Los gusanos, que distinguen muy pocas<br />

oposiciones y muy generalizadas <strong>como</strong> seco-húmedo o luminoso-oscuro,<br />

sobreviven a un gama bastante amplia de revoluciones<br />

ambientales, sin alteraciones perceptibles en su propia estructura;<br />

en cierto sentido poseen una sabiduría de especie y se<br />

«adaptan perfectamente» a un espectro prácticamente ilimitado<br />

de condiciones muy diferentes. Esta situación acogedora e<br />

inherentemente estable, cambia radicalmente con el incremento<br />

gradual del número de oposiciones cognitivamente accesibles,<br />

paralelo a la diversificación de las pautas conductuales.<br />

Inevitablemente el organismo se hace más selectivo respecto al<br />

gradiente de entornos accesibles y, subsecuentemente, menos<br />

tolerante respecto a sus fluctuaciones: una dependencia más<br />

profunda del entorno inestable acompaña a la ganancia en la<br />

flexibilidad de la conducta. Cuanto más biológicamente «específica»<br />

es la adaptación de una especie, menos probable es la<br />

respuesta evolutiva opuesta a un nuevo conjunto de demandas<br />

del entorno. En otras palabras, los organismos más ricos cognitiva<br />

y conductualmente ven disminuida su capacidad de su-

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