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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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314 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

ta y desvergonzadamente «contra la totalidad de la sociedad<br />

próspera y eficiente», contra todos los principios del orden significativo<br />

santificados hasta entonces, lo cual alienaba a esa<br />

vanguardia respecto a las masas y limitaba sus potenciales militantes<br />

a constituir «minorías activas procedentes sobre todo de<br />

la joven intelligentsia de la clase media»), 83 y el cambio que roía<br />

los hábitos populares establecidos, tal vez menos espectacular<br />

y excesivo, pero más penetrante, más profundo. <strong>La</strong> «minoría<br />

activa» de la avant-garde podría llegar a proclamar «su rechazo<br />

burlón al tiempo lineal, a la lógica, a la propia historia» y pedir<br />

un «nuevo estilo de vida primitivo», que supone «rendirse a un<br />

juego que nunca se acaba: un juego que debe romper incluso la<br />

regla según la cual hay que romper todas las reglas». 84 Dada<br />

la falta de moderación en el narcisismo de la avant-garde y los<br />

raptos de sadismo que parecen explicar su afición a poner a<br />

prueba el aguante de los demás, es probable que la «mayoría»<br />

se retire a la ilusión consentida de las viejas armaduras, desfasadas<br />

y oxidadas, pero protectoras. El celo desmesurado y la<br />

prisa intransigente, generosa y espléndidamente desplegados<br />

por la avant-garde, pueden conducir, de hecho, a la resurrección<br />

de las respuestas del petit-bourgeois a las situaciones de<br />

confusión e incertidumbre, que harán otra vez menos legibles<br />

aún las tendencias genuinas de la modernidad. Pero, aunque<br />

estas circunstancias permitan comprender el olvido o la infravaloración<br />

de las nuevas pautas de <strong>praxis</strong> que impregnan la vida<br />

moderna, la comprensión no evita que se trate de un error<br />

de juicio imperdonable y que se deba corregir. Lo que parece<br />

estar emergiendo lentamente, y tal vez de manera algo errática,<br />

es un nuevo nivel de tolerancia hacia la viscosidad y, de<br />

hecho, hacia el acto de atravesar las fronteras vitales del significado.<br />

No está claro en absoluto si las víctimas de la actual<br />

insurrección semiótica son sólo las fronteras específicas hasta<br />

ahora reconocidas y santificadas o si la agitación desatada presagia<br />

una revisión total de los antiguos patrones de la <strong>praxis</strong>.<br />

LA CULTURA COMO PRAXIS 315<br />

De todas formas, por primera vez existe la oportunidad, por<br />

pequeña que sea, de que el principio según el cual «queda<br />

prohibida la investigación de la paternidad» —proclamado orgullosamente<br />

por el Código Napoleón, dos siglos antes de su<br />

tiempo— se convierta en el nuevo estilo del pensamiento y de<br />

la acción humana. Si la oportunidad se materializa, la <strong>cultura</strong><br />

humana se enfrentará a una revolución sin par entre los demás<br />

levantamientos del pasado, ya que, hasta ahora, la estructura de<br />

la <strong>praxis</strong> humana nunca ha sido seriamente desafiada y siempre<br />

ha surgido victoriosa e intacta de las tumultuosas y agitadas<br />

aguas revolucionarias.<br />

CULTURA Y SOCIOLOGÍA<br />

Hay que admitir que la sociología ha maltratado a la <strong>cultura</strong>.<br />

Cuando no se ha reducido al «nombre de una rama» de lo<br />

que solía ser considerado tradicionalmente <strong>como</strong> el dominio<br />

del estilo de los intelectuales (Bellas Artes, Letras, ocio...), se<br />

ha estirado hasta abarcar la totalidad de la existencia humana<br />

y/o social, con lo cual se aborda de tal forma que, infaliblemente,<br />

acaba por resultar redundante.<br />

<strong>La</strong> <strong>cultura</strong> se introdujo en el discurso sociológico moderno,<br />

en primer lugar y sobre todo, de la mano de la antropología<br />

<strong>cultura</strong>l norteamericana. Originalmente, el concepto se adoptó<br />

para expresar la premisa teórica y metodológica que entiende<br />

el orden social sistémico sobre todo <strong>como</strong> la realización de normas<br />

compartidas, internalizadas y mutuamente congruentes.<br />

Los antropólogos norteamericanos habían abordado la misma<br />

rutina monótona, repetible y predecible del curso de la interacción<br />

humana que habían estudiado exitosamente sus colegas<br />

británicos bajo el nombre de «estructura social, pero los<br />

primeros se habían centrado en el plano de las normas más que<br />

en el de los actores. Ello no impedía que esta concepción de

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