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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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338 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

puede existir únicamente en calidad de crítica intelectual y<br />

práctica de las realidad social existente.<br />

Ahora bien, tal <strong>como</strong> ha surgido y se ha configurado históricamente,<br />

la sociología es una ciencia positiva, plenamente dispuesta<br />

a compartir todas las esperanzas y angustias del resto de<br />

disciplinas irreprochablemente académicas. Acepta la validez<br />

universal de los criterios de la ciencia. Está de acuerdo con Weber<br />

en que «la sociología es una materia de descubrimientos,<br />

no de invenciones». 111 Apunta hacia la explicación de una clase<br />

de realidad, al margen de lo que se diga sobre los rasgos distintivos<br />

y la singularidad de esa clase concreta. Recientemente, el<br />

positivismo se ha convertido en una etiqueta que resulta satisfactoria,<br />

y a la moda, cuando la pegamos sobre cualquier cosa<br />

que a uno le desagrade en las premisas metodológicas de la sociología,<br />

explícitas o implícitas. No obstante, esta circunstancia<br />

no debería embotar nuestra percepción de la siguiente verdad:<br />

tanto los positivistas, genuinos o imaginarios, <strong>como</strong> sus adversarios<br />

interpretativistas, de la sociología de la Verstehende, suscriben<br />

sin reservas los principios fundamentales de cualquier<br />

ciencia positiva, tales <strong>como</strong> la neutralidad en cuanto a los valores<br />

o la naturaleza causal de la explicación (tal <strong>como</strong> acertadamente<br />

expresaba Runciman, «la acción humana no resulta menos<br />

explicable, sino más bien todo lo contrarío, cuando se<br />

deriva de la persecución consciente de un fin libremente elegido,<br />

utilizando los medios más efectivos que sea posible»). 112<br />

Tanto si es debido a la loable modestia de los sociólogos, <strong>como</strong><br />

si se debe a nuestro complejo de inferioridad, todavía por curar,<br />

tendemos a pasar por alto y a infravalorar la gran cantidad<br />

de valiosos conocimientos técnicos que la sociología ha acumulado<br />

desde que permanece dentro de los confines de la ciencia<br />

positiva. Y aun así, cuanto más precisa y técnicamente capaz<br />

se muestra la sociología, mayor es la probabilidad de sucesivas<br />

explosiones de disidencias, que siempre rayan en el rechazo total<br />

del proyecto sociológico. Se tiene la impresión de que una<br />

LA CULTURA COMO PRAXIS 339<br />

inclinación casi neurótica a abusar e intimidarse a sí misma se<br />

halle cosida a la estructura misma de la sociología en tanto que<br />

ciencia que tiene <strong>como</strong> objetivo al ser humano. Parece <strong>como</strong> si<br />

el desarrollo de la sociología deba permanecer siempre tan plagado<br />

de bucles y retrocesos <strong>como</strong> hasta ahora.<br />

El extraño y único drama del registro cíclico de la sociología<br />

es también un factor demasiado trivial y trillado para merecer<br />

un tratamiento extenso. Sin embargo, lo que es menos conocido<br />

y más pobremente comprendido es que el fracaso de<br />

muchos esfuerzos para liberarse de las aburridas revoluciones<br />

de la rutina, y para disponer la sociología sobre sendas rectas y<br />

despejadas, se debe a que, desde el principio, están adulterados<br />

por una mala comprensión de la verdadera naturaleza del proyecto<br />

sociológico. Estos esfuerzos consisten en inacabables reubicaciones<br />

de los focos de la realidad, desde situaciones humanas<br />

a sus definiciones y vuelta a empezar. Independientemente<br />

de la ubicación elegida, el estudioso siempre se sitúa ante ella<br />

<strong>como</strong> si se tratase de una realidad culminada, completa e intrínsecamente<br />

exhaustiva, es decir, procesada de tal manera que<br />

pueda ser manejada mediante los recursos metodológicos de la<br />

ciencia positiva. Delante de la mente investigadora, siempre se<br />

despliega la tarea de captar la realidad humana en su capacidad<br />

<strong>como</strong> «cadáver dejado atrás por su impulso vital», parafraseando<br />

la célebre expresión de Hegel. 113<br />

Con todo, la cuestión es que, por lo que a los asuntos humanos<br />

se refiere, nuestra creencia de que el horizonte cognitivo<br />

tal <strong>como</strong> queda circunscrito por esta metodología es suficiente<br />

para abarcar la totalidad de temas importantes, es una<br />

idea que sólo se puede mantener si asumimos que el mundo<br />

humano siempre retendrá su carácter «natural», es decir, siempre<br />

permanecerá alienado. Así, la lógica de la vida humana no<br />

podría hacer sino reforzar continuamente la plausibilidad de la<br />

supremacía del Ser sobre el Debería. Consecuentemente, sería<br />

razonable contemplar la <strong>cultura</strong>, en su calidad de rechazo críti-

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