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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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312 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

geois. El vínculo íntimo tantas veces establecido entre elpetitbourgeois<br />

y el radicalismo de derechas no es en absoluto una<br />

coincidencia. No obstante, Orrin E. Klapp llama nuestra atención<br />

hacia válvulas alternativas para descargar ese mismo exceso<br />

de ansiedad del petit-bourgeois sin apelar al temor a un complot<br />

despiadado y omnipotente. <strong>La</strong> gente que «no sabe realmente<br />

qué es lo que está mal, especialmente cuando se da una<br />

prosperidad material y, sin embargo, persiste la sensación de<br />

estar siendo estafado», puede buscar remedio para su angustia,<br />

profundamente enclavada aunque indeterminada, en «un "ego<br />

chillón", en la preocupación por la ropa y el arreglo personal,<br />

en la rebelión del estño, en la concentración en los gestos emocionales<br />

más que en los efectos prácticos, en la adulación de los<br />

héroes, en los cultos y en otras cosas parecidas». 81 Existe una<br />

evidente diferencia de énfasis entre la primera y la segunda explicación:<br />

la primera se orienta hacia fuera, mientras que la segunda<br />

lo hace hacia dentro. El petit-bourgeois puede intentar<br />

aliviar la extrañeza del Otro; también se puede poner a trabajar<br />

en el otro extremo, intentando hacer resaltar su propia identidad,<br />

reforzándola hasta la redundancia con todo tipo de abundantes<br />

signos de advertencia. Sea cual sea el camino seguido,<br />

ambas intenciones y resultados son llamativamente similares:<br />

una demarcación nítida de la divisoria entre «nosotros» y<br />

«ellos», que realza la oposición postulada y visible entre lo universal<br />

(«nosotros») y lo extraño, lo repelente y lo inasimilable<br />

(«ellos»).<br />

Hasta ahora, hemos tratado con mecanismos defensivos que<br />

apuntan hacia la restauración y el refuerzo de las barreras de<br />

identidades debilitadas o minadas, lo cual constituye una <strong>praxis</strong><br />

típica de la derecha, o con dispositivos diseñados para salvaguardar<br />

la frágil identidad incipiente de un nuevo e inusual proyecto,<br />

que es un rasgo característico de la <strong>praxis</strong> de la izquierda.<br />

Sin embargo, una nueva tendencia, asociada con el concepto de<br />

modernidad, está tomando impulso en el mundo occidental. De-<br />

LA CULTURA COMO PRAXIS 313<br />

bido a la propensión natural a clasificar todo lo que es raro en divisiones<br />

que ya son significativas, se ha descrito frecuentemente<br />

esta tendencia <strong>como</strong> un nuevo espécimen de una categoría con<br />

la que estamos familiarizados y que forma parte de nuestra imagen<br />

del mundo, sea bajo la denominación de «nueva izquierda»<br />

o con la de «neofascismo». En realidad, la tendencia en cuestión<br />

no encaja con ninguna de las clases evocadas por semejantes denominaciones.<br />

<strong>La</strong> razón por la cual es tan fácil cuestionar cualquier<br />

intento para identificarla con algún extremo del espectro,<br />

o amontonar argumentos contra cualquier clasificación inequívoca,<br />

reside en el simple hecho de que los rasgos que distinguen<br />

esta nueva tendencia no se disponen sobre el eje entre la derecha<br />

y la izquierda. <strong>La</strong> tendencia de la modernidad corre contra ambas<br />

y hace más bien obsoletas sus controversias y sus discusiones<br />

conjuntas con la lánguida y desenfadada indulgencia del liberalismo.<br />

<strong>La</strong> tendencia en cuestión no se diferencia por el sitio en<br />

que propone erigir sus defensas contra la viscosidad: lo que hace<br />

es negar la necesidad misma de luchar contra ella. De hecho,<br />

niega la viscosidad de lo viscoso: está a favor de tender puentes<br />

entre lo que no se puede unir, de trascender lo intransitable, de<br />

soldar lo que no se puede mezclar. Puede servir de ejemplo bastante<br />

típico el proyecto de los padres fundadores del surrealismo,<br />

movimiento pionero del modernismo tal <strong>como</strong> lo describió<br />

AlfredWillener: 82<br />

Establecer contactos entre esferas que hasta ahora se contemplaban<br />

<strong>como</strong> extrañas entre sí, con la intención de crear, a resultas<br />

del choque, el derrocamiento de la sensibilidad. [...] No hay<br />

paredes entre campos diferentes o, por lo menos, se pueden derribar<br />

las separaciones que todavía sobreviven y ese trabajo de<br />

derribo debe comenzar ya.<br />

Es probable que haya que distinguir cuidadosamente las<br />

formulaciones incisivas de la avant-garde, de la vanguardia (abier-

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