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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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114 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

mismo tiempo la correcta y verdadera (brevemente, la genuina)<br />

physts del ser humano. Sin duda, el patrón aportado por Sapir<br />

para medir esta <strong>cultura</strong> superior guarda una estrecha semejanza<br />

con el ideal aristotélico de la sophrosyne, la «moderación» y la<br />

«prudencia», pero pertenece claramente a la poderosa corriente<br />

de la oposición romántica al desmedido orgullo individual predicado<br />

por el evangelio de la sociedad industrial. Sólo puede pasar<br />

por un fenómeno que ignora las clases, si estamos dispuestos a<br />

descartar la poderosa argumentación de numerosos autores a favor<br />

del anclaje clasista del romanticismo moderno. Pero, en este<br />

caso, a diferencia de lo que ocurría con bobility, el compromiso<br />

de clase implica desacuerdo, disconformidad. Lejos de ser un<br />

instrumento en la preservación del actual sistema de gobierno y<br />

de privilegios, la idea jerárquica de <strong>cultura</strong> transmite una de las<br />

múltiples formas posibles del descontento de uno de los muchos<br />

grupos sin privilegios y con carencias. Es un ideal combativo,<br />

que apunta hacia el cambio y la reforma, ya sea consciente de su<br />

franca orientación de futuro, ya parezca apuntar hacia atrás, para<br />

gran sorpresa de muchos de sus seguidores. 26 Parece <strong>como</strong> si<br />

la concepción jerárquica de <strong>cultura</strong>, aunque en cada caso presenta<br />

un compromiso de clase, no se orienta necesariamente en<br />

función del establishment. Es más, algunos pensadores modernos<br />

muy influyentes dirían que un ideal <strong>cultura</strong>l genuino no se<br />

puede orientar en función del establishment. Si Herbert Marcuse<br />

hubiese utilizado el concepto de «<strong>cultura</strong> genuina», con seguridad<br />

lo habría aplicado únicamente a los postulados de las clases<br />

disconformes. En su opinión, 27<br />

la validez histórica de ideas <strong>como</strong> Libertad, Igualdad, Justicia, Individualidad,<br />

reside en que todavía hay que completar su contenido,<br />

es decir, en que no se podrían referir a la realidad establecida,<br />

que no las valida —y no puede hacerlo— porque se ven<br />

negadas por el funcionamiento de las mismas instituciones que<br />

supuestamente debían materializar dichas ideas.<br />

r<br />

LA CULTURA COMO CONCEPTO 115<br />

Según Marcuse, el destino de los ideales <strong>cultura</strong>les es que<br />

retraten la intranquilidad y las ansias de las clases ascendientes<br />

o destituidas. En el momento en que se adoptan <strong>como</strong> dispositivos<br />

descriptivos de la realidad social, dejando de suministrar<br />

un fulcro independiente para formas sociales alternativas, pierden<br />

su fuerza creativa irrevocablemente o de manera temporal,<br />

hasta que una nueva clase los vuelve a adoptar <strong>como</strong> dispositivos<br />

críticos.<br />

Da la impresión de que, en la rotación de conflictos, revoluciones<br />

e institucionalizaciones de nuevos sistemas, las siempre<br />

presentes concepciones jerárquicas de <strong>cultura</strong> representan<br />

un papel importante, aunque variable. Surgen <strong>como</strong> gritos de<br />

guerra de los oprimidos y de los descontentos; habitualmente,<br />

acaban <strong>como</strong> legitimaciones de nuevos establishments, al estilo<br />

del concepto de bobility. A veces (tal <strong>como</strong> ocurre con el ideal de<br />

libertad, que continuamente reaparece en la historia occidental,<br />

adoptando cada vez un referente semántico ampliado), reasumen<br />

un rol militantemente crítico que se había olvidado durante<br />

largo tiempo, pero entonces se reformulan en calidad de<br />

componentes parciales de principios más amplios. 28<br />

Nuestra época se distingue aparentemente por la falta<br />

de un concepto jerárquico de <strong>cultura</strong> comparable al antiguo<br />

KaA,OKáya9í(X, o al más reciente de la nobleza (o al concepto<br />

beréber de baraka, comentado por Gellner). Aunque nuestro<br />

tiempo está saturado de ideales <strong>cultura</strong>les parcialmente universales<br />

y parcialmente jerárquicos y competitivos, y lo está en un<br />

grado que quizás no conocieron nuestros antepasados, rechazamos<br />

enfáticamente la existencia objetiva (a saber, prehumana)<br />

de parámetros <strong>cultura</strong>les. Al menos desde la época de sir<br />

Henry Maine, somos capaces y estamos acostumbrados a fundamentar<br />

nuestras explicaciones sobre la sociología del conocimiento<br />

de esta nueva postura a partir del principio de organización<br />

social moderna que se asienta sobre los conceptos de<br />

logro y de contrato; cualquier referencia a todo tipo de jerar-

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