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el ...narrativas contaminadas - D-Scholarship@Pitt - University of ...

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valor o precio, ajenos a los conceptos de propiedad y dinero: “los soras cedían sus granos, sus<br />

ganados, artefactos y servicios personales, sin tasa ni reserva, y, lo que es más, sin remuneración<br />

alguna” (19). En efecto, los vemos trabajar sin cobrar, ayudar sin exigir nada a cambio. Su vida<br />

está en equilibrio con la naturaleza que los rodea, su trabajo –podríamos decir– no es alienado,<br />

sino alegre y libre: “La conciencia económica de los soras era muy simple: mientras pudiesen<br />

trabajar y tuviesen cómo y dónde trabajar, para obtener lo justo y necesario para vivir, <strong>el</strong> resto no<br />

les importaba” (27).<br />

Pero la contraposición no es solamente planteada entre la acumulación creciente d<strong>el</strong> lado<br />

de la compañía y de sus adláteres y la pauperización que sufren los soras por <strong>el</strong> despojo, sino que<br />

Vallejo expone una incomprensión generalizada de lo indígena. Algunos obreros piensan que los<br />

soras son culpables de los males que les acontecen, en manos de sus mismos explotadores: “Son<br />

unos animales. ¡Unos estúpidos! ¡Y más pagados de su suerte! […] Los peones veían a los soras<br />

como si estuviesen locos o fuera de la realidad” (28). Punto culminante de esta indefensión, poco<br />

más ad<strong>el</strong>ante, no sin ironía, se presenta a la mujer de un picapedrero que también roba a los<br />

soras, para subsanar los problemas familiares que causa <strong>el</strong> accidente que sufriera su esposo en las<br />

minas: “Fue entonces que aqu<strong>el</strong>la mujer bajó los ojos, enternecida por <strong>el</strong> gesto de bondad<br />

inocente d<strong>el</strong> sora. Apretó en la mano los dos reales que habrían de servir para <strong>el</strong> remedio d<strong>el</strong><br />

marido y la estremeció una desconocida y entrañable emoción, que la hizo llorar toda la tarde”<br />

(30).<br />

Por su parte, en <strong>el</strong> tercer subcapítulo, los “señores” discuten <strong>el</strong> tema de los soras,<br />

sentando tres posiciones distintas. Por un lado, son vistos también como brutos, flojos,<br />

desprendidos, cobardes, o como dice <strong>el</strong> agrimensor Benites: “Raza endeble, servil, humilde hasta<br />

lo increíble” (32), que sería <strong>el</strong> equivalente a la opinión expresada por los obreros. A esto<br />

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