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el ...narrativas contaminadas - D-Scholarship@Pitt - University of ...

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generador, es decir, planteando en su misma percepción una resistencia a la codificación<br />

historiográfica. Esto sería una condición permeable, que permite establecer canales con otros<br />

rizomas, otras formas de creación, criollismo, nacionalismo, folclorismo, <strong>el</strong> mismo modernismo,<br />

etc. La actitud de Osorio podría ser radicalizada, así, como una “antigenealogía”, con palabras de<br />

D<strong>el</strong>euze (16). Ver las vanguardias, entonces, como un mapa, modificable, abordable desde<br />

entradas múltiples y en todas las direcciones. 20<br />

De esta manera puede entenderse que los críticos de los ochenta hablaran de<br />

continentalidad de las vanguardias, e inscribirlas en una internacionalidad que no deshiciera los<br />

diversos panoramas culturales nacionales (ni, obviamente, <strong>el</strong> continental que trataban de armar),<br />

aceptándolas como formas tanto de r<strong>el</strong>ación como de resistencia. En este sentido, las vanguardias<br />

serían la primera expresión artística compartida en términos de r<strong>el</strong>aciones inter-naciones, que<br />

planteara la necesidad de definir un concepto abarcador equivalente de diferencias nacionales en<br />

los países industriales y en los periféricos, ya no más r<strong>el</strong>ativo al proceso colonial de transplante e<br />

imitación. De aquí la posibilidad de que las tensiones internas, entre grupos sociales nacionales<br />

periféricos, expresaran también las tensiones globales.<br />

20 Aquí habría que poner distancia con la posición de Fernando Rosenberg quien ubica las vanguardias dándoles un<br />

plano totalmente horizontal, marcada por la metáfora geográfica, para encontrar en sus autores cuestionamientos a<br />

los límites de la nación, intuimos que influido por Hardt y Negri. Si bien compartimos la idea de simultaneidad,<br />

r<strong>el</strong>ación interlocal y circulación de flujos, que cuadra con los críticos latinoamericanos de los ochenta (los que<br />

prácticamente <strong>el</strong> autor no utiliza a favor de un referencial crítico más reciente y de proveniencia central), así como<br />

coincidimos en su crítica a la narrativa d<strong>el</strong> progreso y su postura general, no vemos como contradictorio <strong>el</strong> aceptar<br />

que Latinoamérica económica y culturalmente se encuentre a los bordes de un Occidente ampliado, no como un<br />

deseo de las capas hegemónicas, sino como un hecho histórico. Nuestros libros, como los analizados por Rosenberg<br />

(Macunaíma y <strong>el</strong> ciclo de Arlt), precisamente, tienen que ver no sólo con esa condición de borde y dependencia, sino<br />

con la manera como ha intentado ser entendida y resu<strong>el</strong>ta. La referencialidad al centro no es un reforzamiento, sino<br />

una necesidad política que busca dar cuenta de <strong>el</strong>lo, siempre que leer la periferia desde <strong>el</strong> centro sea equivalente a<br />

leer <strong>el</strong> centro desde la periferia. Para nosotros, la contraposición que se dio en las nov<strong>el</strong>as es entre <strong>el</strong> imperialismo (y<br />

no <strong>el</strong> imperio) y <strong>el</strong> internacionalismo, lo que Larsen ha definido claramente: “Imperialism’s ‘other’ in this sense is<br />

not a nationalist ‘anti-imperialism’ but a (proletarian) ‘internationalism,’ grasped here, also, as primarily a political<br />

and strategic question”. (11)<br />

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