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el ...narrativas contaminadas - D-Scholarship@Pitt - University of ...

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Todos los contertulios −menos Benites, que se había quedado dormido− 104<br />

conocieron entonces, uno por uno, <strong>el</strong> cuerpo de Graci<strong>el</strong>a. […] Los primeros en<br />

gustar de la presa fueron, naturalmente, los patrones místers Taik y Weiss. Los<br />

otros personajes entraron luego a escena, por orden de jerarquía social y<br />

económica: <strong>el</strong> comisario Baldazari, <strong>el</strong> cajero Machuca, <strong>el</strong> ingeniero Rubio y <strong>el</strong><br />

pr<strong>of</strong>esor Zavala. José Marino, por modestia, galantería o refinamiento, fue <strong>el</strong><br />

último. […] José Marino lanzó, al fin, una carcajada viscosa y macabra […] (76,<br />

énf. nuestro)<br />

Hay que destacar muchos aspectos aquí. Primero, la joven violada y asesinada, en su<br />

condición de serrana, es metonimia de lo indígena atrop<strong>el</strong>lado en una nación dividida entre sierra<br />

y costa (no hay que olvidar la etimología d<strong>el</strong> ap<strong>el</strong>lido “Marino”). Luego, la decadencia de la<br />

muchacha es vinculada a un comercio inmoral, asumidas las r<strong>el</strong>aciones entre la venta de chicha,<br />

la embriaguez y las consecuencias lujuriosas. En fin, la culpabilización por su amor esclavo a<br />

quien la explota, José Marino. Hay una enajenación de su grupo social, al que estaba vinculada<br />

por su anterior amante, <strong>el</strong> apuntador, que, como se sabe al concluir la nov<strong>el</strong>a, estaba<br />

comprometido en las luchas obreras. Entonces, <strong>el</strong> color de su seudónimo, “la Rosada”, quizás<br />

también jugaba con las ideas d<strong>el</strong> riesgo de posiciones políticas reformistas. No hay que<br />

despreciar <strong>el</strong> hecho de que, al mismo tiempo que se efectúa <strong>el</strong> engaño de la muchacha dentro d<strong>el</strong><br />

bazar, Marino escenifica una escena de violencia paral<strong>el</strong>a sobre los sectores aparentemente más<br />

débiles: infancia, indígenas, mujer. 105<br />

104<br />

Interesante, una suerte de continuidad entre las visiones de Benites d<strong>el</strong> subcapítulo anterior y este sueño que le<br />

impide ser testigo d<strong>el</strong> atrop<strong>el</strong>lo.<br />

105<br />

Larrea documenta un huayno con <strong>el</strong> mismo tema y hasta con <strong>el</strong> mismo nombre de Graci<strong>el</strong>a, que permite ratificar<br />

la veracidad de las cru<strong>el</strong>dades descritas. El crítico concluye, en contra de su tesis de inverosimilitud de la nov<strong>el</strong>a, de<br />

panfleto acusatorio y de truculencia ficcional, que: “O Vallejo se ha inspirado en <strong>el</strong> huayco [¿huayno?] de Rojas<br />

Paredes que oyó en su pueblo, nov<strong>el</strong>ándolo a su manera, o los dos, <strong>el</strong> huayco y <strong>el</strong> episodio de El tungsteno<br />

provienen de una fuente común que, dados los nombres y ap<strong>el</strong>lidos pudiera corresponder a un suceso real acaecido<br />

en la región”. (268)<br />

129

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