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el ...narrativas contaminadas - D-Scholarship@Pitt - University of ...

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descolonizadora, conciencia en sublevación. De allí que sea réplica de la insurrección no domada<br />

de Arimuy, “[e]s la iniciación de una lucha que no ha terminado aún, que no puede terminar”<br />

(36), y la firmeza de los valores originales de su tradición subalternizada: “[eran los] rasgos<br />

puros de una raza tal como debió ser antes de que <strong>el</strong> pasado les cayese en <strong>el</strong> alma” (8). 220 Reúne<br />

en <strong>el</strong>la una simbología plural de lo indígena, 221 pero plantea la alternativa de la calibanización de<br />

la cultura avasallante, para revertirla en contra d<strong>el</strong> poder dominador (su educación es un<br />

equivalente por oposición a la de Leiziaga, o la de Maris<strong>el</strong>a en Doña Bárbara). Así, en otra de<br />

sus posibilidades, es la mujer moderna que va a formarse en Europa y Princeton, pues “[e]ra<br />

preciso poseer la fuerza d<strong>el</strong> enemigo, conocer <strong>el</strong> misterio de la máquina” (42). En fin, expresa<br />

reb<strong>el</strong>día y altivez ante <strong>el</strong> poder (fuetea al secretario Arias que la acosa), de allí que esté asociada<br />

a la insurrección de Lope de Aguirre.<br />

Sorprendentemente, en una Venezu<strong>el</strong>a patriarcal, donde la mujer parecía vislumbrar<br />

quizás sólo dos salidas extremas, la voz intimista y reaccionaria (en cuanto refuta los tiempos) de<br />

Mamá Blanca o la de una Doña Bárbara que impone su razón masculina, 222 Nila −quien también<br />

se viste de hombre y monta a caballo, pero como expresión de modernidad− habla de la violencia<br />

a toda una raza, a un pueblo, desde los orígenes de la confrontación cultural sobre la que se erige<br />

lo social, la violación fundadora como trauma. 223 Ella introduce un erotismo fuerte en la nov<strong>el</strong>a,<br />

220<br />

De nuevo aquí, una torsión sintáctica de número le permite hablar de <strong>el</strong>la y de los indígenas al mismo tiempo,<br />

con <strong>el</strong> pronombre de complemento indirecto en plural.<br />

221<br />

Hay que recordar que en las r<strong>el</strong>igiones de la antigüedad, como la egipcia, los atributos, representaciones e incluso<br />

los nombres de los dioses eran inestables.<br />

222<br />

Martin, advirtiendo la identificación feminismo-barbarie en Doña Bárbara (“Varona” la llama Liscano [Prólogo<br />

xiii]), se sorprende d<strong>el</strong> “choice <strong>of</strong> a woman as the malevolent representative <strong>of</strong> Venezu<strong>el</strong>an caciquismo” (58). Pero<br />

habría que explorar <strong>el</strong> contenido homosexual de esta “devoradora de hombres” tan masculina, en la dirección que le<br />

da Paz al machismo mexicano (en <strong>el</strong> Laberinto de la soledad), y ver <strong>el</strong> restablecimiento heterosexual en la r<strong>el</strong>ación<br />

Santos-Maris<strong>el</strong>a, como <strong>el</strong> reglamentado por la ley.<br />

223<br />

Habría que leer otra opción proyectada desde Venezu<strong>el</strong>a, la visión cómplice, en la evolución de Gris<strong>el</strong>da en la<br />

poco convincente obra de Blanco Fombona, La b<strong>el</strong>la y la fiera, también de 1931. Ésta pasa de reb<strong>el</strong>de, moderna,<br />

citadina, cautivadora y hasta de una dignidad que promete redención colectiva, a la de la amante pasiva de la<br />

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