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el ...narrativas contaminadas - D-Scholarship@Pitt - University of ...

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frente a una int<strong>el</strong>igencia; un pensamiento abandonado a la tierra. (Una ojeada 4-<br />

5) 190<br />

Esta interrogación a lo inanimado estaba sostenida sobre una <strong>el</strong>aboración pitagórica d<strong>el</strong><br />

mundo como orden (a través d<strong>el</strong> Timeo de Platón), que establece r<strong>el</strong>aciones entre espíritu, cuerpo<br />

y cosmos, armonía universal int<strong>el</strong>igible sólo a través de las matemáticas. De allí la posibilidad de<br />

establecer vínculos entre naturaleza y cultura. El paisaje se torna una identidad que va más allá<br />

de lo histórico y lo historiado (oral o escrito), pero cuyo sentido se forma a lo largo de las<br />

sucesivas sociedades que la habitan e interp<strong>el</strong>an, comenzando por los indígenas, entendidos<br />

como habitantes primigenios que no pudieron alcanzar plenitud creativa, debido a la violenta<br />

irrupción conquistadora (Una ojeada 5). La escasez de documentos −apenas un resto<br />

arqueológico, una señal escrita en piedra, una m<strong>el</strong>odía, una leyenda−, no es óbice, sin embargo,<br />

para intuir la potencialidad que se cifra <strong>el</strong> entorno, y representar desde allí <strong>el</strong> universo.<br />

Lo indígena en Cubagua, más que una referencia específica a las escasas etnias<br />

sobrevivientes entonces en Venezu<strong>el</strong>a, es la fuerza interpretativa de una deuda, preguntas que<br />

quedan como silencios llenos de significados. En La galera de Tiberio, nov<strong>el</strong>a que de manera<br />

directa continúa sus preocupaciones, dirá: “El silencio d<strong>el</strong> indio era un estado de alma. Un estado<br />

de alma que duraba siglos” (54). Por <strong>el</strong>lo, no hay un culto indigenista ni evocación lírica, como<br />

tampoco vu<strong>el</strong>ta idílica e ingenua al pasado, ni edad de oro o viejos paraísos, hay una conciencia<br />

de una incompletud como civilización, como es evidente en Una ojeada. De aquí que no sea,<br />

190 En efecto, ideas casi idénticas llenan la nov<strong>el</strong>a, como cuando Leiziaga piensa: “[…] los campos donde flota un<br />

aire de cosas inmemoriales y extinguidas [...] En la espuma como en la niebla y <strong>el</strong> silencio hay imágenes fugitivas.<br />

Son tan ligeras en su eternidad que apenas podemos sorprenderlas; pero en ocasiones, un sonido, una palabra u otro<br />

accidente inesperado, provoca la rev<strong>el</strong>ación maravillosa en <strong>el</strong> hondo misterio de las costas y serranías” (17). O<br />

cuando fray Dionisio pregunta: “¿Has comprendido, Leiziaga, todo lo que ha pasado aquí? ¿Interpretas ahora este<br />

silencio?” (38) Y, cuando <strong>el</strong> mismo cura le dice que las espinas d<strong>el</strong> cardón eran “antenas (que) podrían entregarnos<br />

<strong>el</strong> secreto de alguna teogonía inédita [...] O quizás pertenece a los signos de algún zodíaco perdido”. (39)<br />

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