el ...narrativas contaminadas - D-Scholarship@Pitt - University of ...
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Frente a un Santos Luzardo que imp<strong>el</strong>e al cumplimiento estricto de las leyes que lo<br />
favorecen, poniendo cercas a contratos y propiedades, y por tanto no está interesado en discutir<br />
<strong>el</strong> estado de derecho en que se basan, Leiziaga, como fiscal d<strong>el</strong> ministerio, interviene la pesca<br />
clandestina de las perlas (que sería <strong>el</strong> robo al Estado), pero para apropiarse de <strong>el</strong>las. Es una suerte<br />
de derecho en segundo grado, cuando a su vez, Tiburcio Mendoza −<strong>el</strong> historiador heg<strong>el</strong>iano que<br />
habla d<strong>el</strong> “alma de la raza”− 201 se las robará a Leiziaga, y <strong>el</strong> juez Figueiras, dando <strong>el</strong> veredicto<br />
de una práctica luctuosa que se convierte en ley, abarcando toda la <strong>of</strong>icialidad, concluirá que<br />
“[l]as perlas están ahí para que todo <strong>el</strong> mundo se beneficie de <strong>el</strong>las y perjudicar al fisco es<br />
siempre agradable” (63). Es la codicia como catalizador d<strong>el</strong> contrasentido riqueza-pobreza, de la<br />
que se ha hablado en la nov<strong>el</strong>a. Leiziaga, buscando a Nila y huyendo de la ley que decía<br />
representar, irá al Orinoco o volverá a Cubagua, 202 pero nada habrá cambiado, es una historia<br />
pendiente: “Todo estaba como hace cuatrocientos años” (66).<br />
La explotación perlífera funciona también como momento problemático de la nación, en<br />
cuanto Cubagua-isla fue <strong>el</strong> primer asentamiento de lo que se llamaría Venezu<strong>el</strong>a. Nacimiento que<br />
pudiera ser planteado en términos similares al fórceps d<strong>el</strong> doctor Almozas, y que en <strong>el</strong> denso<br />
lenguaje metafórico de la nov<strong>el</strong>a se ratifica como posibilidad doble, que puede ser entendida<br />
como la identidad de los tiempos en juego: “Venía de usarlo en un parto muy laborioso.<br />
201 Interesante que Leiziaga, ya pr<strong>of</strong>undamente trastornado por sus experiencias recientes, discuta con él esto, más<br />
bien afirmando una conjunción irresoluta de almas superpuestas. Carrera malinterpreta <strong>el</strong> punto de vista d<strong>el</strong><br />
“historiador” con <strong>el</strong> d<strong>el</strong> autor, que por <strong>el</strong> contrario, hace m<strong>of</strong>a de esta suerte de Volksgeist. (“Cubagua y la fundación<br />
de la nov<strong>el</strong>a venezolana” 454)<br />
202 El paral<strong>el</strong>o de Cubagua con <strong>el</strong> Orinoco pudiera seguirse en varios textos ensayísticos de Núñez, de corte<br />
histórico-periodístico, precisamente, Orinoco. Allí, desarrolla las conexiones entre la avanzada colonizadora<br />
británica en Hispanoamérica y la búsqueda de El Dorado. Partiendo de Raleigh, llega a las disputas limítr<strong>of</strong>es de<br />
finales d<strong>el</strong> siglo XIX, en las que Venezu<strong>el</strong>a pierde buena parte d<strong>el</strong> Esequivo ante Gran Bretaña, debido a un írrito<br />
arbitrio internacional en <strong>el</strong> cual también participa Estados Unidos. Sin embargo, es interesante que, en vida de<br />
Núñez, todas las ediciones de Cubagua mantuvieran <strong>el</strong> final en que Leiziaga (y la historia-trama) se dirige al<br />
Orinoco, mientras que al parecer su decisión final (variante destinada a la edición de 1959, pero irrespetado por los<br />
editores que reprodujeron de nuevo la primera edición) era llevarlo de vu<strong>el</strong>ta a Cubagua, como aparece en la edición<br />
de 1976 y en la de Biblioteca Ayacucho.<br />
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