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Pancracio Celdrán Gomáriz Inventario general de insultos<br />

Lata, latazo, latoso.<br />

Pesado, coñazo, pelma; persona o cosa aburrida y cansada. El Diccionario ideológico, de Casares,<br />

escribe: "Discurso, conversación u otra cosa cuya prolijidad causa disgusto cansancio". Parece que no<br />

tiene que ver con la lata de hojalata, al menos en origen. Eso defendió Dámaso Alonso, afirmando que la<br />

expresión "dar la lata" se difundió hacia el último tercio del siglo pasado en el medio rural, en cuyo<br />

ámbito significó antaño "dar de palos, dar de garrotazos", ya que en los medios aludidos "lata" equivale a<br />

"varapalo". Lata y varapalo han servido para apalear a la gente, es decir: para darles la lata. De ese origen<br />

participa también el término sinónimo "paliza", ya que quien cansa con su machacona presencia,<br />

conversación o manía termina por ser menos sufrible que un varapalo.<br />

Lebrastón.<br />

Lebrato grande; de esa acepción derivó el calificativo despectivo aplicado al sujeto cobarde pero<br />

astuto y sagaz, que sólo se ocupa de su medro a espaldas de los demás, sin importarle pasar por encima de<br />

ellos. Covarrubias (1611) dice que "liebrastón" es liebre pequeña.<br />

Lebrón.<br />

Hombre tímido, encogido y cobarde. La Pícara Justina, de López de Ubeda (1605) tiene esto que<br />

decir: "Y sepan todos como mi marido Santolaja, si fue moscón, le picó en las mataduras, y aunque<br />

celibato le bregó a coces la barriga al muy lebrón...".<br />

La liebre tuvo una valoración contradictoria en el mundo clásico: por un lado, se consideró que era<br />

animal cobarde, asustadizo y de poco fiar, seguramente por la velocidad con que era capaz de huir; por<br />

otra, que se trataba de una criatura astuta, taimada y miserable que en cualquier momento podía hacer<br />

alguna de las suyas, seguramente por su capacidad de dormir con los ojos abiertos.<br />

Lechuguino.<br />

Muchacho imberbe que ya quiere galantear a las mujeres, para lo cual se esfuerza en aparentar más<br />

años que los que tiene. En el teatro del siglo XIX aparece a menudo como tipo un tanto ridículo, pero que<br />

cae en gracia a las mujeres. Tiene además, a lo largo de aquel siglo y principios del XX, la connotación de<br />

individuo remilgado, petimetre y elegante que se preocupa únicamente de enamorar a las mujeres,<br />

generalmente sin esperar recoger los frutos de esa conquista. Pisaverde que se ocupa en acicalarse y<br />

componerse, siguiendo en todo los dictados de la moda. Mesonero Romanos recuerda sus tiempos de<br />

juventud de la siguiente manera:<br />

¡Qué tiempos aquellos para las muchachas pizpiretas en que el lechuguino bailaba la<br />

gavota de Vestris y no se sentaba hasta haber rendido seis parejas en las vueltas rápidas del<br />

vals...!<br />

En tiempos cervantinos, sin embargo, sólo se entendía por lechuguino el plantel que nace de la<br />

simiente de la lechuga.<br />

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