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Pancracio Celdrán Gomáriz Inventario general de insultos<br />
embaxador eloquente,<br />
celestial correveidile,<br />
y divino mequetrefe.<br />
Corto.<br />
En sentido figurado: tímido, encogido, de poco ánimo y resolución. El Diccionario de Autoridades,<br />
que recoge el término en el primer tercio del siglo XVIII, añade: "...se dice de quien es irresoluto y de<br />
cualquier cosa se embaraza; persona de poco carácter; escasa en la expresión y explicación de las cosas".<br />
El término se utilizaba ya en la primera mitad del siglo XVII; Saavedra Fajardo, en su Empresas<br />
Politicas, escribe:<br />
Unos ingenios son cortos y rudos: a éstos ha de convencer la demostración palpable,<br />
no la sutileza de los argumentos.<br />
Y el jesuita F. Núñez de Cepeda, asegura, coetáneamente: "que más quisiera ser notado de<br />
inadvertido por corto, que de inmodesto por ardiente".<br />
Con el diminutivo, "cortito", se potencia el contenido semántico del término, rayándose entonces la<br />
frontera de la imbecilidad.<br />
Cotilla.<br />
Persona que gusta de meterse en todo, especialmente donde no la llaman; quien toma vela en todos<br />
los entierros para enterarse de qué se cuece; individuo entremetido y tunante. Parece que deriva de la voz<br />
"cotilla", ya utilizada en el primer cuarto del siglo XVII con el valor de "corsé", prenda interior de que<br />
usan las mujeres para ceñirse el cuerpo, o ajustador armado de ballenas. Por ser artilugio exclusivamente<br />
femenino en origen, el término pudo haberse extendido en su significación para calificar a la mujer<br />
chismosa, que quiere entrar en pormenores y detalles de vidas ajenas. Sin embargo, cuando la voz se<br />
utilizaba con el significado principal de "corsé", no tenía el valor semántico de "chismosa". Tampoco<br />
recogían con ese valor semántico, a finales del siglo pasado, los grandes diccionarios enciclopédicos del<br />
momento, como el Diccionario Enciclopédico HispanoAmericano, y otros anteriores. El término, surgido<br />
en el XIX, se propagaría a partir de un personaje femenino histórico de mediados de aquel siglo: la tía<br />
Cotilla, fanática antiliberal que llegó a matar por sus ideas radicales. En la Historia del Saladero, de<br />
Morales Sánchez, se aborda el personaje, una tal María de la Trinidad Cotilla que estuvo al frente de una<br />
pandilla de ideas políticas absolutistas. Sus crímenes le valieron a ella la pena capital, que se ejecutó en<br />
Madrid. Tenía una red de espías y chivatos que le ponían al corriente de cuanto ella estimaba que debía<br />
saber, a los que se llamó "cotillas", aludiéndose a quien pagaba sus servicios, María de la Trinidad. A su<br />
muerte su nombre pasó a convertirse en sinónimo de persona que se presta a la murmuración y al<br />
chismorreo, a llevar y traer infundios, sin importarle la honra de los demás. De ahí pudo haberse dicho lo<br />
que el DRAE muy posteriormente recogería: "Cotilla: persona amiga de chismes y cuentos".<br />
Cotorra.<br />
Papagayo pequeño. El Diccionario de Autoridades escribe, en el primer tercio del siglo XVIII:<br />
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