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Pancracio Celdrán Gomáriz Inventario general de insultos<br />

Trapisondista.<br />

Embrollón y enredador; trapalón. De la voz "trapisonda": alboroto, bulla, escándalo, grita; persona<br />

que arma trapisondas o anda en ellas. Es término de raíces literarias; deriva del uso que de él se hizo en<br />

las novelas de caballerías, donde se alude al Imperio de Trapisonda, en Asia Menor. Fueron muchos los<br />

reinos fingidos que Cervantes recoge de las novelas de caballerías que sorbieron el seso de Don Quijote, y<br />

de los que se ríe por su extravagancia, como los reinos de Sobradisa, de Lira, de Galdapa, de Guindaya, o<br />

de Urmandía. A menudo el reino en cuestión tiene resonancias clásicas, como el de Trapobana, conocido<br />

en tiempos de Alejandro Magno; el imperio de los Garamantas, del interior de Africa, donde sitúan los<br />

autores de libros de caballerías sus aventuras y absurdas situaciones. Trapisonda está en la misma<br />

tradición. Fue ciudad a orillas del Mar Negro, capital del imperio de su nombre en tiempos bizantinos.<br />

Había sido visitada por el caballero Rui González de Clavijo, enviado por Enrique III al gran Tamorlán, a<br />

principios del siglo XV. Las noticias no estaban lejanas en el tiempo, y muchos libros del momento se<br />

hicieron eco de aquel imperio antaño real, y luego absorbido por los turcos. Don Quijote se imaginó en<br />

alguna ocasión que lo coronaban a él emperador de Trapisonda. En ese contexto calenturiento hablar de<br />

trapisondadas es evocar las mil hazañas inútiles, las batallas luchadas sólo en la imaginación de los<br />

lectores de aquella literatura de evasión absoluta. "Trapisondista" tenía ese poso significativo entre mítico<br />

y soñado, del individuo que se mete en aventuras de las que sólo saca los pies fríos y la cabeza caliente.<br />

No obstante la erudita historia del término, la Academia no lo incorporó al diccionario oficial hasta<br />

finales del siglo XIX.<br />

Trasgo.<br />

Duende; sujeto travieso que disfruta gastando bromas pesadas; persona que transgrede normas del<br />

juego y de la convivencia, yendo más allá de lo aceptable. Es voz latina, de transgredi = excederse, a<br />

través de la voz del bajo latín trasgueer = hacer el trasgo. En ese sentido la utiliza Antonio de Nebrija<br />

(finales del siglo XV). De este empleo pasó a adquirir, (siglos XVII y XVIII), el significado de "duende".<br />

El Diccionario de Autoridades, (primer cuarto del siglo XVIII), escribe:<br />

Demonio casero que de ordinario inquieta las casas, particularmente de noche,<br />

derribando las mesas y demás trastos, tirando piedras sin ofender con ellas, jugando a los<br />

bolos, y con otros estruendos aparentes que desvelan a los habitadores; comúnmente se<br />

llama duende.<br />

Para abonar su tesis, el diccionario cita el Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán (1599):<br />

Miré a todas partes; no hallaba por dónde hubiesen entrado; por la puerta no<br />

pudieron, que la cerré con mis manos y cerrada la hallé; imaginaba si fueran trasgos, como<br />

la noche antes me dijo el mozo; no me pareció que lo serían, porque hubiera hecho mal de<br />

no avisarme que había trasgos de luz.<br />

Pantaleón de Ribera, en su Obra Poética, (primer cuarto del siglo XVII), tiene esta estrofa curiosa:<br />

Alado coco de Chipre (Afrodita)<br />

que sin oirte ni hablarte,<br />

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