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Pancracio Celdrán Gomáriz Inventario general de insultos<br />

Sacapelotas.<br />

El Diccionario de Autoridades (primer tercio del siglo XVIII) recoge el término con el valor<br />

semántico de persona ordinaria, sujeto de baja condición, nulidad social, individuo despreciable. También<br />

se le llamó sacabuches y sacatrapos. Se alude, con él al individuo que antiguamente asistía al escopetero o<br />

arcabucero, como ayudante de soldado; y también al instrumento para sacar balas, o el utilizado para<br />

limpiar el cañón.<br />

Salido.<br />

Persona rijosa, de irremediable lascivia, que se mantiene en estado de cachondez durante largos<br />

espacios de tiempo, no siendo capaz de adormecer o aplacar su lujuria. Quevedo, en su Vida del Buscón<br />

(1626) hace sujeto del calificativo a una criada de mesón: "Determinéme de ir a una posada, donde hallé<br />

una moza rubia y blanca, miradora, alegre, a veces entremetida, y a veces entresacada y salida".<br />

Saltabardales.<br />

Marimacho; mujerona inquieta y liosa. Es voz gruesa dirigida a mujeres, ya en los primeros lustros<br />

del siglo XVII. Se trata de vocablo compuesto, siendo el segundo término sinónimo de valla de espinos,<br />

tapial o muro. Existió antaño la frase "ir como saltabardales por el ejido", es decir: andar una mujer hecha<br />

un hombretón, o ir sin rumbo y de escapada, como puta por rastrojo.<br />

Saltimbanqui, saltabanco.<br />

Charlatán, socarrero, bufón; hombre bullicioso e informal; persona de poco fiar. Jovellanos (finales<br />

del siglo XVIII) usa así el término: "Castilla estaba ya llena de trovadores,... de mimos y saltimbanquis, y<br />

otros bichos de semejante ralea".<br />

Era palabra muy del gusto de autores teatrales y novelistas del género pícaro; se sabe que sus<br />

gracias y bufonadas en escena levantaban carcajadas en el público. El saltaembanco era criatura dramática<br />

que por su propia naturaleza caía bien. No obstante, una cosa era el teatro y otra la vida real. Mateo<br />

Alemán, que retrata esa vida en su Guzmán de Alfarache, (1599) da este consejo por boca de su<br />

protagonista: "... ni haga pacto ni alianza con ciegos rezadores, saltaembancos, músicos ni poetas".<br />

Lope de Vega, en El amante agradecido, usa también el término, aunque con el significado de<br />

charlatán ambulante metido a boticario, valor que en su tiempo tenía, ya que llamaban entonces así a<br />

quien blasonando de químico, puesto sobre un banco o mesa en la calle o bajo algún chamizo o toldo,<br />

vendía hierbas y quintaesencias, remedios contra cualquier dolor:<br />

Aquesta es una receta<br />

que un saltambanco me dio<br />

en Sicilia...<br />

De ahí vino el nombre, porque subían y bajaban rápidamente del banco sobre el que se dirigían al<br />

público, saltando con agilidad, visitando las más alejadas villas y pueblos. Mateo Vázquez de Leca,<br />

(segunda mitad del siglo XVI) en El filósofo de aldea, escribe, recordando estampas de su niñez:<br />

"...Aquellos chocarreros, bufones y salta-in-banqui, como dice el italiano...". Y en una loa anónima de<br />

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