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Pancracio Celdrán Gomáriz Inventario general de insultos<br />
a quien no mata lechón"...<br />
Manta.<br />
Persona torpe y holgazana, sin oficio ni domicilio conocidos, que anda de un sitio a otro en busca de<br />
no se sabe qué. Del hecho de llevar estos individuos consigo la manta con que arroparse derivó el<br />
calificativo. De forma peyorativa se aplica a también a holgazanes y vagos con vocación de maleantes. Se<br />
aplica también (despectivamente) a los que ejercen su afición (o profesión) de manera desganada,<br />
deficiente, o a un bajo nivel, en particular a los deportistas.<br />
Marica.<br />
Es término habitual en los siglos XVI y XVII. Cervantes lo utiliza para referirse al hombre<br />
afeminado. Deriva del diminutivo de "María". Francisco de la Torre, en uno de sus Epigramas, lo retrata<br />
así:<br />
A tu gobierno extendido<br />
nada el marido replica;<br />
el sexo va confundido,<br />
tú eres, Marica, el marido,<br />
y tu marido, el marica.<br />
Es probable que, como escribe Camilo José Cela en su Diccionario del Erotismo, el marica de los<br />
siglos de oro no tuviera que ver con la práctica de la homosexualidad en su fase más dura, sino que se<br />
tratara de individuos flojos de carácter, fácilmente subyugables por la esposa o los amigos, con ciertos<br />
resabios y amaneramientos femeniles. Su valor semántico, antaño, sería como el de nuestros mariquitillas<br />
de hogaño, que en el sentido sexual de la frase, amagan pero no dan.<br />
Maricón, marión, maricona.<br />
Aumentativo de marica. Hombre, afeminado o no, que busca para el goce sexual la compañía de<br />
otro hombre, adoptando actitud pasiva o de puto tomante. Invertido; sodomita. Si bien hoy es insulto,<br />
ofensa grave y palabra gruesa, hasta mediados del siglo XIX era menos virulento. Covarrubias, (1611) lo<br />
define así, en su Tesoro de la Lengua: "El hombre afeminado que se inclina a hazer cosas de mujer, que<br />
llaman por otro nombre marimaricas; como al contrario dezimos marimacho la muger que tiene<br />
desembolturas de hombre".<br />
Cervantes, y el teatro de los siglos de oro, utilizan el término "marión". Quevedo, que lo hubiera<br />
utilizado en toda su crudeza de haber sido ese el caso, se limita a equipararlo al que hoy tiene la voz<br />
"afeminado" ; Tirso de Molina, sin embargo, parece equipararlo a puto y cobarde:<br />
-Dejad de tañer el muerto,<br />
pues eres pandero vivo.<br />
-¿Quién te mete en eso, chivo?<br />
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