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Pancracio Celdrán Gomáriz Inventario general de insultos<br />

mezclar, aunque también puede ser voz derivada del vocablo latino brollium = bosque, por lo intrincado<br />

de éste. Es término de uso frecuente a finales del siglo XVI. Lo documenta César Oudin en su Tesoro de<br />

las dos lenguas francesa y española, (primeros años del siglo XVII). Hartzenbusch recoge así el término,<br />

en el XIX:<br />

Llevaban a enterrar dos granaderos<br />

al soldado andaluz Fermín Trigueros,<br />

embrollón sin igual, que de un balazo<br />

cayó sin menear ni pie ni brazo.<br />

Enano.<br />

Se dice de aquello que es excesivamente pequeño en su especie. Por extensión, persona de aspecto<br />

ridículo y deforme. Desde la Antigüedad han formado parte del séquito de los poderosos, jugando papel<br />

importante en las novelas de caballerías. Así, en el Amadís de Grecia, se lee: "Venían con la doncella dos<br />

enanos tan feos que ponían espanto...". Era señal de ostentación propia de las casas nobles tener no sólo<br />

albardanes o bufones, sino también enanos, mientras más deformes y pequeños, mejor. El Padre Eusebio<br />

Nieremberg, en su Curiosa Filosofía, (primera mitad del XVII) escribe al respecto del famoso enano<br />

Bonamí, que él vió en la Corte:<br />

Así se llamaba un hombrecillo que por la prodigiosidad de su pequeñez fue traído a<br />

la Majestad de Felipe III para grandeza de su palacio. Para los que no le vieron se exagera<br />

su pequeñez y delicadeza con lo que le pasó a un caballero de esta corte, que en un tapiz le<br />

dejó colgado con un alfiler.<br />

En su obra El Pasajero, Suárez de Figueroa, (primer tercio del XVII), describe así al mencionado<br />

Bonamí: "...átomo de criatura, vislumbre de niño, príncipe de enanos, pensamiento visible, burla del sexo<br />

viril, melindrillo de naturaleza".<br />

Antonio de Solís, en una relación de individuos cómicos y bufonescos de la Corte de mediados del<br />

siglo XVII, dice: "En cuyo número se contaban los monstruos, los enanos, los corcovados, y otros errores<br />

de la naturaleza".<br />

Covarrubias, abundando en el aspecto monstruoso del enano en su Tesoro de la Lengua (1611):<br />

Porque naturaleza quiso hazer en ellos un juguete de burlas, como en los demás<br />

monstruos, en el espinazo les dio un ñudo, torcióles un arco las piernas y los braços y de<br />

todo el cuerpo hizo una reversada abreviatura, reservando tan solamente el celebro,<br />

formando la cabeça en su devida proporción. (...) En fin, tienen dicha con los príncipes<br />

estos monstruos, como todos los demás que crían por curiosidad y para su recreación,<br />

siendo en realidad de verdad cosa asquerosa y abominable a qualquiera hombre de<br />

entendimiento.<br />

A modo de ofensa se dice enano a las personas regordetas y retacas, por mofa; sobre todo cuando se<br />

muestran ariscas, resueltas y bravuconas o amenazadoras sin reparar en su menguada anatomía. Al<br />

calificativo se une la coletilla de "enano de la venta". Se alude de esa manera a cierto individuo que<br />

existió en un mesón sevillano, donde cada vez que se armaba gresca, o que alguien pretendía irse sin<br />

pagar, se abría un ventanuco en la parte alta del salón, por donde asomaba una cabezota descomunal, de<br />

atronadora voz, que decía: "...si bajo...", con lo que era bastante para que todo se arreglara, por miedo a<br />

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