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Pancracio Celdrán Gomáriz Inventario general de insultos<br />

veletta = papahigo, vela pequeña, o banderola, que se pone al tope de los mástiles, sobre la gabia. En<br />

castellano se designó así a la vela que señalaba la dirección en que sopla el viento, de ahí que se la<br />

llamara también, en italiano y valenciano, mostravento. Aplicado a la persona voluble es evidentemente<br />

un uso figurado fácil de aplicar.<br />

Verde.<br />

Obsceno, procaz. Aplicado a la persona de edad, ser verde equivale a conservar inclinaciones<br />

galantes o apetitos carnales impropios de los años; viejo rijoso y lascivo. El autor de la Vida de Cristo,<br />

Cristóbal de Fonseca, (finales del siglo XVI), escribe asombrado ante las ganas de trote y bullicio de<br />

cierto hijo espiritual o de confesión, enfermo y achacoso, que sigue tras las faldas a pesar de todos los<br />

pesares: "¡Que haya llovido Dios sobre vos tanta gota, tanta hijada, tanto corrimiento, tantos dolores, y<br />

que todavía estéis verde...!".<br />

Quevedo, en una de sus coplas hirientes, Desmiente a un viejo por la barba, lo descubre y ridiculiza<br />

por haberse teñido la barba para parecer joven:<br />

Viejo verde, viejo verde<br />

más negro vas que la tinta,<br />

pues a poder de borrones<br />

la barba llevas escrita.<br />

Del viejo verde se ha hecho burla en escena en todas las épocas. De ahí que el Diccionario de<br />

Autoridades, cuando da acogida al término, escriba: "El que tiene acciones y modales de mozo,<br />

especialmente en materias alegres", y que la expresión "darse alguien un verde" equivalga a echar una<br />

cana al aire. El verde es el color de la juventud, de la mocedad y lozanía, años que se recuerdan con<br />

melancolía. Gonzalo Correas escribe en su Vocabulario: "Cantares y cuentos colorados: los deshonestos".<br />

La aplicación del verde a estas materias no es reciente, aunque también el rojo sirvió para calificar obras o<br />

espectáculos escabrosos en el XVIII, como recoge el Diccionario de Autoridades (1791): "Palabras<br />

coloradas: las que sin ser oscuras tienen alguna alusión a la obscenidad".<br />

Verdulera.<br />

Mujer desvergonzada, grosera y raída. En el siglo XVI se decía "verdureras" a las vendedoras de<br />

verduras en plazas y mercados; ya entonces tenían fama de gente ordinaria y ruín, que por ganarse un<br />

cliente eran capaces de organizar grandes zapatiestas, poniéndose unas a otras de hoja de perejil. Quevedo<br />

utiliza el término tal como hoy lo empleamos: verdulera, por disimilación ante la proximidad de sonidos<br />

parecidos "ver-du-re-ra". Jovellanos, (finales del XVIII) se queja de la condición embrutecida y zafia de<br />

la población de su tiempo: "Otras naciones traen a danzar sobre las tablas los dioses y las ninfas, nosotros<br />

los manolos y las verduleras".<br />

Es insulto todavía muy en uso, normalmente dirigido por mujeres a las de su mismo sexo,<br />

denotando zafiedad, ordinariez, ramplonería y desvergüenza, todas ellas notas que se presumieron antaño<br />

en las que vendían en los cajones de los mercados de pueblos y ciudades.<br />

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