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Pancracio Celdrán Gomáriz Inventario general de insultos<br />

11. Tonto de Albeta.<br />

En Albeta (Zaragoza) existió, según cuenta José María Sbarbi (Diccionario de Refranes, Adagios y<br />

Proverbios) un tonto que no lo era tanto. Tuvo la ocurrencia de arrancar en una noche todas las matas de<br />

calabaza de su pueblo, menos las del campo de su madre. Se le preguntó el porqué de su acción, y<br />

contestó con naturalidad: "Miá que rediós: pa que mi madre venda más caras sus calabazas". Y es que no<br />

parece que haya nadie tan tonto que de alguna manera no busque su propio beneficio, o barra para<br />

adentro.<br />

12. Tonto de capirote.<br />

Persona necia e incapaz. En cuanto al origen del dicho hay diversas versiones. Entre las más<br />

antiguas se cuenta la de Gonzalo de Correas, quien en su Vocabulario de Refranes, al hablar del capirote<br />

dice que se lo ponen para hacer burla y escarnio de él, sin que éste trate de impedirlo. No se trata, ni tiene<br />

que ver con la capucha o caperuza, ni con el cucurucho que portaban los disciplinantes o quienes<br />

acompañaban a las imágenes procesionales de las cofradías. La voz "capirote o papirote" significa<br />

también golpe dado en la cabeza, o capón. El tonto del capirote era así llamado porque se dejaba pegar, y<br />

encima se reía. Por eso, ya en el siglo XVI se conocía también a este personaje por "tonto de papirote" y<br />

"sayo jironado", tan sumamente tonto que consiente en que le den capones y se mofen de él. Estos tontos<br />

podían ser reales, pero también fingidos, sobre todo en aquellos pueblos y lugares que carecían de tonto<br />

oficial, o tonto del pueblo, sobre el que secularmente se ha descargado los malos humores. En las fiestas<br />

populares de Castilla existía la figura del "tonto de capirote" o bonete puntiagudo, que se prestaba a<br />

recibir bromas y vejaciones por un módico sueldo. Era un tonto de alquiler para hacer reír, que pasaba por<br />

tal durante unos días, los que duraba la fiesta.<br />

Junto a la explicación indicada al respecto del origen de este tonto, V. Vega, en su utilísimo<br />

Diccionario de rarezas, dice que durante la primera mitad del siglo XVII cierta compañía de comedias<br />

llevaba consigo para hacer el papel del gracioso a un cómico que hacía de criado medio idiota, el cual,<br />

con sus tonterías, ademanes grotescos y trajes ridículos con que se mostraba, movía al público a risa. A<br />

esta criatura escénica se le llamaba "tonto de capirote", por tocarse con esa prenda, montera apuntada<br />

forrada de piel de gato, prenda del tocado habitual del momento. Probablemente, tras un entrecruzamiento<br />

de todo lo expuesto se consolidaría el dicho, que ha llegado hasta nosotros.<br />

13. Tonto de los pasteles.<br />

No entender más que el tonto de los pasteles es tanto como entender sólo lo que a uno le conviene.<br />

Es uno de los muchos tontos que sacan provecho de la tontez, aunque no llega a ser tonto fingido, pues lo<br />

es de verdad. El tonto de los pasteles existió en Pastrana, provincia de Guadalajara, hacia mediados del<br />

siglo XVI. No tiene nada que ver con los asuntos políticos habidos en aquella ciudad alcarreña,<br />

protagonizados por la Princesa de Eboli y el famoso Pastelero local. Al bobo en cuestión lo enviaron a<br />

recoger una bandeja de pasteles de encargo, en parte para probar si servía para algo. Lo enviaron, fue y<br />

volvió. Y cuando lo vieron con las manos vacías le preguntaron por los pasteles contestó que se los había<br />

comido todos. Se le afeó la acción, y a la pregunta de por qué lo había hecho, respondió: "Toma, y como<br />

soy tonto...". Con lo que se probó que si bien no servía para traer unos pasteles de la pastelería, el mozo si<br />

sabía sacar partido de la situación, y utilizar la fama que se le daba en su propio provecho. Juzgue el<br />

lector acerca de la conveniencia de llamarle tonto.<br />

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