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Pancracio Celdrán Gomáriz Inventario general de insultos<br />

Pícaro, picarón, picarona.<br />

Sujeto de bajísima condición social, falto de honra y carente de vergüenza, cuyo comportamiento es<br />

a menudo ruin y doloso; cínico con vocación de parásito, que vive rozando la legalidad, y cae a menudo<br />

en la pequeña delincuencia. Cervantes, en La ilustre fregona, al hablar de cierto muchacho que deja su<br />

casa paterna, escribe:<br />

"...pasó por todos los grados de pícaro hasta que se graduó de maestro en las<br />

almadrabas de Zahara, donde es el finibusterre de la picaresca. ¡Oh, pícaros!, ¡oh pícaros<br />

de cocina, sucios, gordos y lucios; pobres fingidos, tullidos falsos, cicateruelos de<br />

Zocodover, de la plaza de Madrid, vistosos oracioneros, esportilleros de Sevilla,<br />

mandilejos de la hampa, con toda la caterva innumerable que se encierra debajo deste<br />

nombre: Pícaro; bajad el toldo, amainad el brío, no os llaméis pícaros si no habéis cursado<br />

dos cursos en la academia de la pesca de los atunes".<br />

Fernández de Navarrete (primer cuarto del XIX), en su Colección de viajes y descubrimientos,<br />

escribe: "...Y lo que es peor es el ver que no sólo siguen esta holgazana vida los hombres, sino que están<br />

llenas las plazas de pícaras holgazanas que con sus vicios inficionan la Corte".<br />

Para entonces, la figura del pícaro tenía más de tres siglos de historia. El término aparece escrito en<br />

1525, asociado al oficio principal que tuvieron estos pillos: "pícaro de cozina que es tanto como pinche".<br />

En una obra de la primera mitad del XVI, de E. de Salazar, Carta del Bachiller de Arcadia, se lee:<br />

"Cuando Dios llueve, ni más ni menos cae el agua para los ruines que para los buenos; y cuando el sol<br />

muestra su cara de oro, igualmente la muestra a los pícaros de corte que a los cortesanos".<br />

Como los siglos de oro confundieron miseria con vicio o disipación moral, el pícaro no podía ser<br />

bueno, sino visto siempre con prevención. Era el parado de su tiempo, de difícil redención ya que carecía<br />

tanto de padrinos como de oficio. Estaba condenado a la mendicidad, a la vida pordiosera, al vagabundeo<br />

a la intemperie en pos de una faltriquera, a la caza de la pitanza diaria. Era un buscón en una época que no<br />

arrojaba desperdicios aprovechables a la basura. En cuanto a su etimología, es asunto que está por<br />

dilucidar aunque parece que debe aceptarse su derivación del verbo "picar", dado el oficio más frecuente<br />

entre ellos, el de la cocina; "picar" dió la voz pícaro, como "papar" dió el término "páparo"; el primero es<br />

sujeto avispado, que corta un pelo en el aire, pillo listo, aunque desafortunado, a quien no acompaña la<br />

suerte. El segundo, el páparo, es el hombre simplón y necio que ante cualquier pequeña cosa se asombra y<br />

admira. De estos páparos antiguos vendrían los papanatas modernos, (véanse ambos términos).<br />

El pícaro, tipo descarado, de cuestionable actitud ante la religión y la vida, es una de las creaciones<br />

literarias de las letras españolass; pero no es personaje de ficción: la realidad de su existencia inspiró el<br />

nacimiento del género. Tan poderoso influjo dejó que Gómez de Tejada, poeta y religioso del siglo XVII,<br />

dice de ellos: "Solas dos suertes de personas hallaron con entera satisfacción paz y contentamiento: una,<br />

la de los pícaros, que nada tienen, nada desean; otra...".<br />

El pícaro, sujeto realista, hace su propia composición de lugar, y se resigna. Es un tipo que degenera<br />

poco a poco, desde el dramatismo inicial de la absoluta miseria, al desenfado y descaro que supone<br />

aceptar su destino. Todo le da igual. Este antihéroe pasó de ser término ofensivo e insultante, a serlo de<br />

valoración positiva: el pícaro no es tonto, sino ingenioso, y ríe aunque de la sima donde ha caído no puede<br />

salir por su propio esfuerzo, y nadie le tiende una mano. Da lástima, porque el personaje es valioso;<br />

pero... ¡había tantos en aquella condición...! En cuanto a picarón, y picarona, de uso actual, conservan las<br />

notas de astucia e inclinación hacia la marrullería y el engaño. Carlos Arniches, en Las campanadas, ya<br />

en nuestro siglo, haciéndose eco de una copla popular, emplea así el término:<br />

Las Animas han dado,<br />

mi amor no viene.<br />

Alguna picarona<br />

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