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Pancracio Celdrán Gomáriz Inventario general de insultos<br />

Cuánto les debo, me acuerdo,<br />

puesto que conozco yo<br />

que algún maldiciente habrá<br />

que no me tenga por cuerdo.<br />

En la segunda mitad del siglo XVII, el Padre Juan Martínez de la Parra, en su Luz de verdades,<br />

verdadero best-seller de su tiempo, escribe: "¿Saben quién son estos áspides? Pues son los maldicientes<br />

(...), son los que, y las que, teniendo todo el día la boca llena de maldiciones, es boca del infierno la<br />

suya".<br />

Ha sido término muy empleado antaño con intención crítica, de censura e insulto. Con ese ánimo lo<br />

utiliza Bretón de los Herreros mediado el siglo XIX:<br />

Que hable y murmure un barbero,<br />

eso es moneda corriente;<br />

pero... ¡ser tan maldiciente<br />

un ilustre caballero...!<br />

Hoy es vocablo más literario que popular, fuera de uso como voz insultante.<br />

Maldito.<br />

Persona de mala raíz, de condición miserable y ruín. Sujeto perverso, de intenciones dañinas y<br />

costumbres degeneradas. Es voz de muy antiguo uso en castellano, hallándose documentada en el Libro<br />

de Alexandre, extenso poema de 1240, atribuido a Juan Lorenzo Segura de Astorga, donde se lee:<br />

La bestia maldita tanto pudo bollir,<br />

que basteció tal cosa onde ovo a reir...<br />

Y en el XVI, Sebastián de Horozco, en su Representación de la historia evangélica de San Juan,<br />

pone en boca de Isaac, el siguiente reproche:<br />

Anda, maldito, de ahí,<br />

que eres un engañador,<br />

gran mentiroso y traidor.<br />

Dos siglos más tarde el término seguía en vigor, con valor semántico similar. El canario Tomás de<br />

Iriarte, en las Fábulas literarias, usa así el término: "¿Desea usted vivir en una paz octaviana y aplacar a<br />

sus émulos? En manos de usted está. Deles el gusto de aburrirse; tiéndase a la larga; abjure de la maldita<br />

secta poética...".<br />

En tono menos hiriente, más familiar, sin el hierro que la palabra tiene, ni su veneno, se empleó la<br />

frase "maldito de cocer": individuo enfadoso y liante, terco y apicarado, que pugna por salirse con la suya<br />

a sabiendas de que no le asiste la razón. También se empleó en tono de desprecio, expresión del enojo y el<br />

enfado que se siente por alguien. En ese sentido lo emplea Bretón, en la segunda mitad del siglo pasado:<br />

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