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Pancracio Celdrán Gomáriz Inventario general de insultos<br />

y enviar a ese fachenda<br />

noramala, todo es uno.<br />

Fanfarrón.<br />

Valentón amigo de bravatas y baladronadas; matón y fantasmón que se las da de valiente no<br />

siéndolo tanto, preciándose de lo que no es. El uso de esta palabra ha sido siempre más o menos el<br />

mismo. Cervantes, en el siglo XVII, Félix María de Samaniego, en el XVIIl, y Bretón, en el XIX, los tres<br />

abordan al personaje de parecida manera:<br />

Aquí, un caballero cristiano, valiente y comedido; acullá, un desaforado bárbaro<br />

fanfarrón... (Cervantes).<br />

Así son los cobardes fanfarrones, que se hacen en los puestos ventajosos más<br />

valentones cuanto más medrosos... (Samaniego).<br />

Desprecio a los fanfarrones que escupen por el colmillo, y les doy de bofetadas sin<br />

necesitar padrino. (Bretón de los Herreros).<br />

Covarrubias (1611) lo retrata de esta moderna manera: El que está echando bravatas y se precia de<br />

valiente, hablando con arrogancia y jactancia, siendo un lebrón y gallina. Es término castellano de<br />

creación o generación expresiva, que aparece a principios del siglo XVI, y que ha contribuido a formar<br />

vocablos similares en otras lenguas: el italiano fánfano (enredador y parlanchín), el francés fanfare<br />

(música rimbombante, fanfarria). Su uso está muy extendido en todos los niveles de la sociedad, aunque<br />

está perdiendo terreno ante la aparición de gran cantidad de voces nuevas que ocupan su campo<br />

semántico, su territorio significativo, como "fantasmón", "macarra", "mojarrón".<br />

Fantasma, fantasmón.<br />

Fanfarrón, bravucón y presuntuoso. Persona llena de vanidad y jactancia. Farfolla, que sólo tiene<br />

apariencia. Nicolás Fernández de Moratín emplea así el término, a mediados del siglo XVIII:<br />

Pues a mí aun el ir contigo<br />

me da temor y vergüenza,<br />

porque todos son fantasmas,<br />

postes, visajes y muecas.<br />

También se dijo de quien llevado de su fantasía y capacidad fabuladora anda siempre forjandose<br />

quimeras en aras de su poderosa imaginación. A finales del siglo XVI el término tenía valor semántico<br />

diferente, en lo que a materia insultante se refiere. El autor del Tesoro de la Lengua recoge ese empleo (<br />

1611 ): "Del hombre seco, alto y que no habla dezimos que es una fantasma".<br />

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