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Pancracio Celdrán Gomáriz Inventario general de insultos<br />

O<br />

gro.<br />

Gigante mitológico que se alimentaba de carne humana. Es voz procedente del<br />

latín orcus, voz con que se denominaba al dios de los infiernos, Plutón. En castellano se<br />

dijo antaño "huerco"; el Arcipreste de Hita, en su Libro del Buen Amor (primer tercio<br />

del siglo XIV) utiliza ya el término, y dos siglos después, Sebastián de Horozco lo<br />

emplea así:<br />

En el hombre necio y terco<br />

nadie fíe ni se enhote:<br />

huya dél como del güerco,<br />

porque de rabo de puerco<br />

nunca sale buen virote.<br />

Pero el castellano "ogro" actual pudo derivar directamente de la voz francesa ogre, muy en uso en el<br />

siglo XVI con el significado de "devorador de niños". Terreros recoge el término en su Diccionario,<br />

redactado a mediados del siglo XVIII. Por derivación del sentido: individuo de aspecto brutal, que<br />

impone por su apariencia descomunal e intimidadora; también sujeto perverso, capaz de cualquier ruindad<br />

e ignominia, a modo de bestia parda.<br />

Onagro.<br />

Asno salvaje. Es variante del empleo ofensivo o humillante de voces como "burro, asno, jumento,<br />

pollino", y del resto de los solípedos, en cuya substitución se usa por cansancio de las mencionadas voces,<br />

para denotar originalidad en medios cultos. Como insulto es de uso reciente.<br />

Orate.<br />

Loco, inconstante, desequilibrado; persona de poco juicio, moderación y prudencia. Algunos han<br />

defendido una etimología griega para este término: la voz oratés: visionario; más razonable es pensar que<br />

proceda de la voz valenciana orat: persona a quien ha dado un aire o "aura malsana" tornándola loca. La<br />

primera documentación en castellano aparece en Zaragoza, donde en 1425 se fundó una "casa de orates",<br />

u hospital para estos enfermos. Es voz de uso general en los siglos de oro, y muy usada en la escena. El<br />

toledano Francisco de Rojas emplea el término, que pone en boca de una desconcertada dama:<br />

Ayer un amante orate<br />

mi mano alabó por bella,<br />

pero a cada dedo della<br />

le dijo su disparate.<br />

Y Tirso de Molina, coetáneamente, llama a la Corte, su Madrid natal, "Casa de orates", en una<br />

conocida comedia suya.<br />

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