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CRITIAS UN MUNDO MITICO --TESOS DOC--

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Epílogo: La trilogía, unidad y fracaso 330<br />

construir (aquí aparece otra incoherencia difícil de superar: ¿a qué pueblo defendería<br />

Atenea, a los atenienses, a los egipcios o a los helenos, todos ellos bajo su misma tutela,<br />

pero con resultados políticos muy diferentes?). Para ello habría que admitir que Poseidón<br />

habría actuado como un guía verdaderamente insolidario con el resto de las divinidades,<br />

transgrediendo el ámbito religioso que le correspondía, es decir, comportándose como<br />

dios homérico y no como divinidad platónica. Precisamente, una de los puntos débiles de<br />

los dos diálogos es ese intento de conjunción de ambos sistemas, el platónico y el<br />

homérico, que genera un conflicto constante no resuelto. En la misma línea hemos visto<br />

las diferentes formas de llevar a cabo el nacimiento de atenienses y atlantes y las<br />

aportaciones de cada dios de acuerdo con su personalidad mítica tradicional, radicalmente<br />

opuestas. Si a ello unimos que según Platón los dioses conducen las almas de sus<br />

protegidos «por medio de la convicción (πειθοῖ) como si fuera un timón, según su propia<br />

intención (διάνοιαν)» (Critias 109c), no resulta muy creíble la desviación de los atlantes,<br />

la victoria de lo humano frente a lo divino, si el dios los tutela de esa manera. Si al dios<br />

se le define como entidad divina desde el modelo tradicional, pero en su relación con los<br />

humanos desde lo platónico, la convivencia de ambos sistemas nunca podría dar un<br />

mundo demasiado coherente. Aun así, lo único cierto es que los atlantes (y en menor<br />

medida los egipcios) desprecian la guía del dios, expulsan al timonel del barco y deciden<br />

ellos mismos la ruta a seguir, con lo que el dios es despojado de su capacidad de<br />

persuasión y de su poder director. Con ello ni los homéricos ni los platónicos parecen<br />

quedar en muy buen lugar, siendo Zeus, poder moderador que no tutela ningún pueblo<br />

sino que gobierna el Universo, el único que parece ser un verdadero guía demiúrgico. La<br />

asamblea no podía ser escrita como un acto deliberativo o conflictivo, sería demasiado<br />

homérica e insuficientemente platónica, por lo que, simplemente, Zeus «que gobierna por<br />

medio de leyes» les daría la norma para el castigo a los atlantes, tal y como expresa en<br />

Leyes (715d–716d): «pero en aquella [ciudad] en la que la ley fuere amor de los<br />

gobernantes y los gobernantes esclavos de las leyes, contemplo la salvación y que llega a<br />

tener todos los bienes que los dioses conceden a las ciudades... El que ha de ser feliz se<br />

aferra a ella [la ley divina] y la obedece, humilde y ordenado. Pero el que, negándola por<br />

jactancia o por altanero a causa de las riquezas o los honores... creído que no necesita<br />

gobernante ni guía alguno, sino incluso convencido de que es capaz de guiar a otros,<br />

queda abandonado, desierto de dios... Para nosotros el dios debería ser la medida de todas<br />

las cosas... Es necesario, por tanto, que el que ha de llegar a ser querido por él se convierta<br />

lo más posible también él en un ser de esas características». Aquí sí que encontramos una

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