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—Sí, se las arreglaron para <strong>de</strong>struir Atenas dos veces.<br />
—Pericles, sí, pero Demóstenes tenía razón en lo <strong>de</strong> Filipo…<br />
—O le provocó…<br />
—¿Lo ves? Eso es lo que hacen los historiadores, hacen <strong>juego</strong>s con la causa y<br />
el efecto, cuando el asunto es que hay períodos en los que el mundo cambia, y la<br />
voz precisa en el lugar preciso pue<strong>de</strong> mover el mundo. Thomas Paine y Ben<br />
Franklin, por ejemplo. Bismarck. Lenin.<br />
—No son casos exactamente paralelos, Peter.<br />
Ahora, discrepaba por seguir la costumbre; veía adón<strong>de</strong> pretendía llegar y<br />
pensaba que quizá fuera posible.<br />
—No esperaba que lo entendieras. Sigues pensando que los profesores saben<br />
algo que merece la pena apren<strong>de</strong>r.<br />
—Entiendo más <strong>de</strong> lo que crees, Peter. ¿Así que te ves a ti mismo como<br />
Bismarck?<br />
—Me veo a mí mismo sabiendo insertar i<strong>de</strong>as en la opinión pública. ¿No has<br />
pensado nunca una frase, Val, algo inteligente que <strong>de</strong>cir, y lo has dicho, y luego,<br />
al cabo <strong>de</strong> dos semanas o un mes, oyes a un adulto <strong>de</strong>círselo a otro adulto,<br />
<strong>de</strong>sconocidos los dos? ¿O la ves en un ví<strong>de</strong>o o la captas en una red <strong>de</strong><br />
comunicaciones?<br />
—Siempre creí que la había oído antes y pensé que tan sólo la estaba<br />
recordando.<br />
—Estabas equivocada. Hermanita, hay, quizá, dos o tres mil personas en el<br />
mundo tan inteligentes como nosotros. La may oría se está ganando la vida en<br />
algún sitio. En la enseñanza, pobres <strong>de</strong>sgraciados, o en la investigación. Muy<br />
pocos ocupan realmente posiciones <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r.<br />
—Creo adivinar que somos <strong>de</strong> esos pocos.<br />
—Muy divertido, Val, tanto como un conejo saltando a la pata coja.<br />
—De los que, sin duda, hay muchos en estos bosques.<br />
—Saltando en pequeños círculos.<br />
Valentine se rio ante lo grotesco <strong>de</strong> la imagen y se odió a sí misma por<br />
encontrarlo divertido.<br />
—Val, po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir las palabras que todos los <strong>de</strong>más repetirán <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />
dos semanas. Po<strong>de</strong>mos hacerlo. No tenemos que esperar a ser may ores y a que<br />
nos pongan a labrarnos una carrera con porvenir.<br />
—Peter, tienes doce años.<br />
—No, en las re<strong>de</strong>s, no. En las re<strong>de</strong>s puedo llamarme como quiera, y tú<br />
también.<br />
—En las re<strong>de</strong>s estamos i<strong>de</strong>ntificados como estudiantes y ni siquiera po<strong>de</strong>mos<br />
participar en las discusiones reales excepto como oy entes, lo que <strong>de</strong> cualquier<br />
manera significa que no po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir nada.<br />
—Tengo un plan.