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acercó y escuchó durante unos instantes, y luego, <strong>de</strong> repente, cogió a Alai por los<br />
hombros y gritó:<br />
—¡Nova! ¡Nova! ¡Nova!<br />
Alai se echó a reír y por un instante En<strong>de</strong>r les vio recordar juntos la batalla en<br />
que la maniobra en espacio abierto había sido real y habían esquivado a los<br />
chicos may ores, y …<br />
De pronto se acordaron que En<strong>de</strong>r estaba allí.<br />
—Perdona, En<strong>de</strong>r —dijo Shen.<br />
« ¿Perdona? ¿Por qué? ¿Por ser amigos?» .<br />
—Yo también estaba allí, y a lo sabes —dijo En<strong>de</strong>r.<br />
Y se disculparon <strong>de</strong> nuevo. De vuelta al trabajo. De vuelta al respeto. En<strong>de</strong>r<br />
comprendió que no se les había ocurrido incluirle en sus risas, en su amistad.<br />
« ¿Cómo iban a pensar que y o también formaba parte? ¿Acaso me reí?<br />
¿Acaso participé? Me limitaba a estar allí, observando, como un profesor…<br />
» Así es cómo me ven. Profesor. Soldado legendario. No uno <strong>de</strong> ellos. No<br />
alguien a quien abrazas y susurras salaam en la oreja» . Eso sólo duró mientras<br />
En<strong>de</strong>r seguía pareciendo vulnerable. Ahora era el soldado principal y estaba<br />
completa, totalmente solo.<br />
« Compadécete <strong>de</strong> ti, En<strong>de</strong>r» .<br />
Tumbado en la litera, escribió en la consola POBRE ENDER. Entonces se rio<br />
<strong>de</strong> sí mismo y borró esas palabras. No había ningún chico o chica en esa escuela<br />
que no quisiera cambiar su sitio por el suy o.<br />
Conectó el Juego <strong>de</strong> Fantasía. Caminó, como hacía frecuentemente, por la<br />
al<strong>de</strong>a que los enanitos habían construido en la colina formada por el cadáver <strong>de</strong>l<br />
Gigante. Fue fácil construir fuertes pare<strong>de</strong>s con las costillas y a curvadas justo a<br />
la medida, <strong>de</strong>jando entre ellas el espacio exacto suficiente para hacer ventanas.<br />
<strong>El</strong> cadáver fue cortado en apartamentos, abiertos al camino que formaba la<br />
columna vertebral <strong>de</strong>l Gigante. <strong>El</strong> anfiteatro público estaba esculpido en la taza<br />
<strong>de</strong> la pelvis, y la manada comunal <strong>de</strong> ponies pastaba entre las piernas <strong>de</strong>l<br />
Gigante. En<strong>de</strong>r nunca sabía con seguridad qué estaban haciendo los enanitos<br />
siempre ocupados en sus cosas, pero como le <strong>de</strong>jaban caminar en paz por la<br />
al<strong>de</strong>a, él tampoco les hacía ningún daño.<br />
Saltó el hueso pélvico <strong>de</strong> la base <strong>de</strong> la plaza pública y caminó por los pastos.<br />
Los ponies se alejaron asustados. No les persiguió. En<strong>de</strong>r y a no se acordaba <strong>de</strong><br />
cómo funcionaba el <strong>juego</strong>. En los viejos tiempos, antes <strong>de</strong> haber ido por primera<br />
vez al Fin <strong>de</strong>l Mundo, sólo había combates y rompecabezas que resolver, <strong>de</strong>rrotar<br />
al enemigo antes <strong>de</strong> que te mate, <strong>de</strong>scifrar la forma <strong>de</strong> salvar el obstáculo. Sin<br />
embargo, ahora nadie atacaba, no había guerra, y fuera don<strong>de</strong> fuera, no<br />
encontraba ningún obstáculo.<br />
Exceptuando, por supuesto, la habitación <strong>de</strong>l palacio <strong>de</strong>l Fin <strong>de</strong>l Mundo. Era el<br />
único lugar peligroso que quedaba. Y En<strong>de</strong>r, a pesar <strong>de</strong> que juraba a menudo que