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El juego de Ender - Orson Scott Card

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15. LA VOZ DE LOS MUERTOS<br />

<strong>El</strong> lago estaba tranquilo; no soplaba brisa. Los dos hombres estaban sentados<br />

en sus sillas en el muelle flotante. Había una pequeña balsa <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra amarrada<br />

al muelle; Graff enganchó un pie en la cuerda y tiró <strong>de</strong> la balsa, luego la <strong>de</strong>jó ir,<br />

luego volvió a tirar <strong>de</strong> ella.<br />

—Has a<strong>de</strong>lgazado.<br />

—Unas tensiones te hacen engordar y otras te hacen a<strong>de</strong>lgazar. Soy una<br />

criatura <strong>de</strong> productos químicos.<br />

—Debe haber sido duro.<br />

Graff se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—No mucho. Sabía que saldría absuelto.<br />

—Algunos no estábamos tan seguros. La gente se puso como loca allá abajo.<br />

Malos tratos a los niños, negligencia homicida… Esos ví<strong>de</strong>os <strong>de</strong> las muertes <strong>de</strong><br />

Bonzo y Stilson eran horripilantes. Ver a un niño hacerle eso a otro…<br />

—Creo que fueron los ví<strong>de</strong>os lo que me salvó. <strong>El</strong> fiscal los presentó, pero<br />

nosotros contamos toda la historia. Estaba claro que En<strong>de</strong>r no les provocó. Al fin<br />

y al cabo, era sólo un <strong>juego</strong> <strong>de</strong> adivinanzas. Declaré que hice lo que creí<br />

necesario para la preservación <strong>de</strong> la raza humana, y tuvo éxito; hicimos que los<br />

jueces aceptaran que el fiscal <strong>de</strong>bía probar más allá <strong>de</strong> toda duda que En<strong>de</strong>r<br />

habría ganado la guerra sin el adiestramiento que le dimos. Después <strong>de</strong> eso, no<br />

podía haber problemas. Exigencias <strong>de</strong> la guerra.<br />

—De todas formas, Graff, fue un gran alivio para todos. Sé que nos<br />

peleábamos, y sé que el fiscal utilizó en tu contra las cintas <strong>de</strong> nuestras<br />

conversaciones. Pero para entonces yo y a sabía que tenías razón, y me ofrecí a<br />

testificar en tu favor.<br />

—Lo sé. Me lo dijeron mis abogados.<br />

—¿Qué vas a hacer ahora?<br />

—No lo sé. Seguir <strong>de</strong>scansando. Me correspon<strong>de</strong>n unos cuantos años <strong>de</strong><br />

vacaciones acumuladas. Suficientes para llegar al retiro, y tengo muchos<br />

salarios, que no he utilizado nunca, <strong>de</strong>positados en bancos. Puedo vivir <strong>de</strong> los<br />

intereses. Pero a lo mejor no lo soporto. Quizás haga algo.<br />

—Es una perspectiva halagüeña. Pero y o tampoco lo soportaría. Me han<br />

ofrecido la dirección <strong>de</strong> tres universida<strong>de</strong>s distintas, en la hipótesis <strong>de</strong> que soy<br />

pedagogo. Cuando les digo que lo único que me preocupaba en la Escuela <strong>de</strong><br />

Batalla eran los <strong>juego</strong>s, no se lo creen. Creo que aceptaré la otra oferta.<br />

—¿Delegado?<br />

—Ahora que la guerra se ha acabado, es hora <strong>de</strong> volver a jugar. Será casi<br />

como estar <strong>de</strong> vacaciones. Sólo veintiocho equipos en la liga. Aunque <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

tantos años viendo volar a esos niños, ver rugby es como ver babosas<br />

machacándose entre sí.

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